EL RIDÍCULO DE DÍAZ-CANEL CON EL INGLÉS (I)

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEEL RIDÍCULO DE DÍAZ-CANEL CON EL INGLÉS (I)

Por Jorge Sotero

La Habana.- Ayer regresé a casa, luego de unos días de vacaciones por Cumanayagua, a donde voy siempre para perderme un poco entre montañas y ríos, y alejar el estrés de la vida habanera, cargada de basura, ruidos y necesidades. Además, sobre todo, de darle una vuelta a la familia y a los amigos de siempre.

Ni un día encendí el celular, porque mi esposa y mis dos hijos estaban conmigo, y quería mantenerme al margen de todo lo que no fuera descansar. Sin embargo, nada más volver a la capital, me encuentro un mensaje de mi amigo Oscar Durán, quien me emplaza a debatir sobre el inglés de Díaz Canel, y sus ridículos constantes, como evidenció en Namibia, al recibir una condecoración.

Amigo Oscar, a pesar de su título de doctor, que exige conocimientos de inglés, el Hombre de la Limonada no tiene la más mínima idea de la gramática y mucho menos de la fonética del idioma de Shakespeare, pero él quiere ser un presidente moderno, alguien a la altura del tiempo, y no deja de hacer un ridículo tras otro.

Los jefes de Estado, generalmente, hablan en sus idiomas de cuna, salvo excepciones. Y luego sus traductores se encargan de lo otro. Pero si quieres tener un detalle en algún momento y hablar la lengua de los presentes, debes tener mucho cuidado, sobre todo si, como el mandatario cubano, no tienes la más puta idea de lo que estás diciendo.

Pero con Canel no hay casualidades, porque él habla mal hasta en español. No solo es mala su dicción en castellano, sino que conjuga mal, se traga letras, sílabas y palabras, y demuestra tener un vocabulario muy limitado. Para mí, es el Rodolfo García de los presidentes.

Así que, si no habla bien el español, cómo le vas a pedir que se exprese bien en inglés, amigo Oscar. Él nació así, le gustan los ridículos, los disfruta, y eso nadie se lo puede cambiar. Así que no te molestes por esas boberías que dice, que nos quedan otros cinco años para sufrir o divertirnos, según convenga.

Yo me divierto, aunque admito que me da pena ajena, porque quien dirige al país donde nací le está haciendo competencia a Nicolás Maduro en eso de las estupideces.

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