Por Ulises Toirac (Facebook)
La Habana.- Yo leo «Feliz Día del Actor» y me da cierta vergüenza porque hay gente que me considera así pero nunca me he sentido como tal. O para decirlo con más justeza: es algo que veo por encima de mis posibilidades.
Nací al escenario con ganas de hacer reír y fui aprendiendo sobre la marcha sobre mecanismos y actitudes, acerca de movimientos. Colocación de voz e intenciones, pausas para colgar risas. Me fijé en los grandes y en los no tan grandes que también tenían qué mostrar. Y levanté con todo eso una librería que no deja de crecer.
¡Pero respeto tantísimo el alma del actor! La sensibilidad, la medida y la comprensión interna de su personaje. El juego entre su propio cuerpo y el de quien quieren ser desde los huesos. Es un arte más profundo, más de loco. Un actor desata si es necesario esos monstruos que llevamos dentro pero nos da vergüenza o asco mostrar, o los ángeles a los que aspiran ser. Un actor tiene la encomienda de dar vida y hacer suyo otro yo. Desde lo más profundo de la ceja.
Son locos que andan sin camisa de fuerza porque en su locura reside su estatura. Y los más locos son los que más amamos.
Felicidades a todos ellos.