Por Oscar Durán
La Habana.- Nadie sabe cómo Guillermo García Frías pasó de ser arriero en la Sierra Maestra a contar chistes en televisión nacional sobre el avestruz. Tampoco conocemos por qué le dieron el cargo de Ministro de Transporte, si este señor no sabe que al petróleo se le llama diesel. Pero no seamos tan malos con el Comandante de la Revolución. A fin de cuentas, tuvo la amabilidad de resolverle a su nieto Guillermo García García un contrato profesional de béisbol en Japón. No todo el mundo tiene un gesto tan lindo con un familiar.
Sin embargo, debo decir que estoy molesto con García Frías. No he podido comer la carne de avestruz, después de anunciarla con tremenda rimbombancia en la Mesa Redonda. Hombre, que no fue en 23 y M, ni en Piso 6. Fue en la Mesa Redonda, ese “símbolo patrio” de la revolución cubana.
“Cuba cría avestruces porque son mejores que las vacas”, dijo el anciano de 95 años. Y yo, que a los 34 años, parezco una placa al sol con mis cerca de 45 kilogramos, empecé a dar brincos como un niño chiquito pensando en mi refrigerador lleno de la carne de esa ave.
Casualmente, después de esas palabras, vinieron más desgracias para el cubano. Fue como una maldición. Si en ese momento el dólar estaba a 30 pesos, ahora lo tenemos a 250. Un huevo costaba cinco cup, anda por 120 en estos momentos. Los apagones empezaron a hacer de las suyas y hasta hoy somos víctimas de ellos. La libra de pollo -con bandera de Estados Unidos incluida- cuesta 300 pesos. Por un chupa chupa hay que dar 90 tablas y si te quieres tomar un refresco de lata, mete la mano en el bolsillo y saca 95 pesitos.
Todo esto está pasando en Cuba ahora mismo y todavía estamos esperando para comer el primer bocado de la famosa ave. Fíjense que ni en Supermarket 23, esa estafa digital dirigida por el propio Guillermo, hay carne de ese tipo. Si un paquete de galleta de soda cuesta ocho Usd, cuando saquen avestruz hasta Benjamin Franklin va a salir disparado del billete de cien dólares.
Al fondo de la historia de Cuba deben ir todos estos personajes. Tienen el curriculum cargado de mediocridad y destrucción, mientras lo siguen ampliando desde un buró con aire acondicionado y un buffet cargado de langostas.
Hace falta que no salga más en la Mesa Redonda hablando tonterías. Abrió la boca de mala manera y trajo una maldición por culpa de la dichosa avestruz. Yo soy Raúl Castro y lo mandara de nuevo para Pilón, el lugar de donde nunca debió de salir.
Claro, después de eso, hay que desaparecerlos a todos. Incluyendo a Raúl. Que no quede un comunista vivo.
