Horas después regresó la luz: si me lo proponía, podía conservar lo de ser una de las personas que más han asistido a sus conciertos. Pedro Luis consintió, ante la demanda de sus seguidores, a ofrecer un segundo concierto en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes el miércoles 23. Me levanté a las dos de la madrugada del lunes 21, me fui a pie desde Santos Suárez y a las 3:45 a.m. marqué en la cola, lugar veinticinco. Alcancé a sacar las dos entradas que me tocaban. No me esperaba la emoción de que un amigo de Facebook allí presente me regalara (casi rogándome) una invitación para el concierto del martes 22. Así que repetí. Experiencia única la complicidad del público con el trovador en una velada histórica. Eso sentí tras la aventura musical y poética.
DE DOS, DOS
Por Jorge Fernández Era (Facebook)
LA Habana.- El sábado pasado me resigné a no ver a Pedro Luis Ferrer, un intelectual imprescindible que publicó el 2 de julio en su perfil de Facebook «Era en Doimeadiós», en defensa de mi persona ante la prisión domiciliaria a la que sigo sometido y de la que me libro cuando me da la gana y porque me da la gana, pues nadie tiene derecho a sustraerme del privilegio de disfrutar un arte crítico y revolucionario, valga la redundancia.
Laide y yo estábamos aún en Matanzas después de la manifestación pacífica en la que acompañé a Alina Bárbara López Hernández y a Jenny Pantoja en el Parque de la Libertad de la Atenas de Cuba. Leí que las entradas se habían agotado y que muy pocas fueron a dar a manos de sus fans.
No me avergüenza haberlo disfrutado dos veces, aun a costa de quienes no pudieron entrar ni una. Sus entradas no creo haberlas arrebatado. Había allí ciertos funcionarios que parecían cumplir una tarea, más que comulgar con una obra. Si su objetivo era hacer de «batey malicioso» y equilibrar con los que aplaudimos la canción irreverente y el humor sarcástico de un trovador «ciento por ciento cubano», deben haberse marchado «sin entender una palabra».
