Por Fernando Clavero
La Habana.- El mastillista Yasmani Fernández le dijo adiós a la delegación cubana que participará en el Mundial de Atletismo de Budapest, Hungría. Hace unos años podía ser noticia, pero ya es normal, tan habitual que para los cubanos es solo uno más. Otro que decide sumarse a un equipo foráneo e intentar darle un vuelco a su vida.
Los deportistas, que no solo los del equipo de atletismo, tienen visión de mundo. Participan en muchas competencias en muchos países, y aunque los directivos no les dan muchas opciones para ver cómo se vive en otros lugares, al final se llevan una idea general de cada ciudad que visitan, y comparan. Entonces, puede que una vez regresen, y otra, y una cuarta, pero en algún momento deciden labrarse su propio camino, y escapan.
Eso fue lo que hizo el martillista: aprovechó una estancia en París y se fue. Durante los Mundiales de Oregón, en Estados Unidos, celebrados en 2022, tres miembros de la delegación desertaron y se quedaron en aquel país: la jabalinista Yiselena Ballar, la discóbola Yaimé Pérez y el fisioterapeuta Carlos González Morales.
Incluso, otrora grandes estrellas del campo y pista tomaron camino a Estados Unidos después de terminar sus carreras, porque en Cuba estaban pasando unas necesidades enormes, entre ellas la campeona olímpica de lanzamiento de jabalina Osleidys Menéndez, quien hizo la ruta de los volcanes, como llaman a la vía que abrió la dictadura por Nicaragua para que los cubanos lleguen a la frontera sur estadounidense y luego manden remesas.
Otros viven en España y compiten por aquel país o lo hacen por Portugal, con títulos importantes a nivel olímpico y mundial. Esos se fueron temprano, cuando aún sus carreras daban para mucho más. Fueron inteligentes y se dieron cuenta de que con su talento podrían labrarse un futuro y no andar llenos de harapos como esas glorias que se retiraron en Cuba sin más opciones que tener alguna ayuda de la Comisión de Atención a Atletas Retirados.
Solo a los que fueron muy grandes algún día les dan un carro, o una casa. El resto anda por ahí, abandonado, viviendo con una familia numerosa, necesitados de complementos vitamínicos, sin zapatos ni ropa que ponerse, destilando lástima en quienes los vieron llegar a lo más alto y ahora los observan hundidos en la más absoluta pobreza y abandono.
Si tiene dudas, averigüe por Abel Sarmiento, el fenomenal voleibolista de la década de los noventa, por Armando Capiró, una de las más grandes glorias de nuestro béisbol, por Félix Morales, uno de los grandes basquetbolistas de todos los tiempos. Ver a cualquiera de ellos da lástima.
Por esa razón, se quedan unos y otros se van. Roger Machado, quien fue durante muchos años manager de Ciego de Ávila y quien tenía fama de ser informante en las selecciones nacionales, abandonó el país por la vía de Nicaragua con su familia. Roger tenía auto, le habían dado hasta tres casas, cada vez una mejor que la otra, y, aún así, se fue.
La última semana se supo que Yorelvis Cahrles, también manager del equipo avileño, había tomado el mismo camino rumbo a Estados unidos.
Y si escuchas a los gobernantes de aquella provincia hablar, tendrás que aguantar que te digan que se dejaron llevar por los cantos de sirena del norte, o que estaban confundidos, o que su mentalidad cambió y priorizaron el dinero a la dignidad de vivir entre su gente. Y hasta esos que los idolatraron se alegran de que se marcharan, porque es la única vía de no morir antes de tiempo en un mundo de escaseces y calamidades.
Amigo lector, yo soy de los que cree que si todos los cubanos encontraran medios y un lugar a donde irse, en la isla no quedaría ni un millón de personas. Y esa cifra, a duras penas. Bienvenida entonces la escapada de Yasmani Fernández.