RETRATO HABANERO

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Por José Luis García Fuentes (Facebook)
La Habana.- Un viaje relámpago a La Habana por motivos familiares me devolvió brevemente a la burbuja irrespirable en la que viven —o sobreviven— millones de mis compatriotas, al universo paralelo con reglas propias, áridas de comprender para el foráneo, a ese agujero ideológico que, si bien desde hace décadas tiene al absurdo por norma, en estos tiempos ya rebasa cualquier noción del ridículo, del simple y llano despropósito.
Mi viejo barrio es un cuadro contrastado entre el hermoso verde natural de sus árboles gigantes y sus casas y calles en ruinas.
Recorrer las avenidas llenas de baches, con sus automóviles mayormente destartalados, muchos dando la impresión de que están a punto de desarmarse en pedazos como en una escena de Buster Keaton, hace meditar en la paradoja de un tráfico escaso, con muy pocos autobuses, capaz de producir más contaminación que otras ciudades mucho más transitadas del mundo. Las bicicletas desde hace años ya no prevalecen, ahora tienen mayor protagonismo las motos eléctricas pequeñas, con las que sus dueños evitan el infierno de las extensas colas en las gasolineras.
La moneda nacional ha vuelto a un sitio de privilegio en las calles, sólo que devaluada a niveles insólitos, ante la volátil relatividad del dólar y de esa moneda invisible, fantasmal, que es el MLC. Los alimentos se consiguen, se resuelven, unos haciendo malabares, otros ni así. Hay atisbos de negocios privados con potencial, lastimosamente limitados por el contexto precario, las camisas de fuerza oficiales y los precios incompresibles. Hasta una versión criolla del Uber tienen (La Nave, se llama), no más económicos que los taxis, por el contrario, un lujo, un lujazo que no puede darse quien viva sólo de su salario.
Los apagones continúan —aún a pesar de la promesa de que no los habría en este verano con récords de altas temperaturas—, propiciando, poco a poco, las condiciones para esa misma incomodidad limítrofe de la gente que condujo a las protestas del 11J, aunque ya muy rebajada moralmente por el éxodo masivo y la aceptación generalizada de que no hay más solución al problema nacional que largarse a otra parte, con parole o con pasaje a Nicaragua después de vender la casa con todo adentro. Todos se quejan en voz alta del gobierno, de la situación, abiertamente como no podíamos hacerlo antes a no ser a sotto voce y mirando en todas direcciones (hasta un programa humorístico hace críticas, sátira ruda, sin disimulo, acaso con el permiso de ser una válvula de escape emocional para la gente), pero ya pocos se acuerdan de los presos políticos.
Cuba se sigue desdibujando a paso de conga, desmantelándose, degradándose sin que podamos hacer algo efectivo por evitarlo.
El fondo allí queda siempre un poquito más abajo.

 

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