Por Jorge Sotero
La Habana.- Que nadie vaya a pensar que es fácil para la familia Castro abandonar la vida de lujos y comodidades que lleva en Cuba. Partamos de eso. Solo algunos jeques o reyes del mundo árabe viven mejor que ellos. No tienen que pagar impuestos, no necesitan trabajar, lo tienen todo garantizado, hasta una guardia pretoriana que los protege a cada lugar a donde van, las 24 horas del día.
Sería de locos pensar que van a renunciar a eso, así por que sí, porque alguien diga que los que ellos han puesto al frente del país son unos ineptos con guayabera. Son unos incapaces todos, empezando por el presidente y el primer ministro, pero eso no es suficiente para que los Castro dejen su vida de multimillonarios. Porque si eso ocurriera, en Cuba no podrían quedarse. Las leyes, el nuevo gobierno, y el propio pueblo les harían pagar todo el daño que le hicieron al país.
Solo por la fuerza dejarían el poder, y, por consiguiente, la isla. Raúl Castro tiene claro, y se lo recuerda a sus hijos y nietos, lo que pasó con Fulgencio Batista cuando se fue de Cuba: los gobiernos que le dieron asilo, con conocimiento de que iba con mucho dinero, se lo cobraron caro. Por eso dejó la Dominicana de Rafael Leónidas Trujillo por la España de Francisco Franco, de general a general. Y su fortuna sufrió mordidas enormes.
Cuando llegue el momento de partir, de hacerlo porque no tienen otra alternativa, les será difícil encontrar un lugar donde sentirse seguros. Que nadie vaya a pensar que la Venezuela de los seguidores de Hugo Chávez, si están en el poder, les va a dar asilo. Ni pensarlo. Tampoco lo hará la Nicaragua de los Ortega Murillo. Nadie querrá ese cáncer en el país. Y tampoco pueden pensar en México, una vez que el pueblo largue a López Obrador, y mucho menos a Brasil o Bolivia. Ni Brasilia ni La Paz los aceptarían, por más que quisieran, porque tendrían que responder a pedidos internacionales para extradición, y no se meterían en eso.
¿A dónde pueden ir entonces? Luego de que Mariela Castro se convirtiera en esposa de Paolo Titolo, su marido italiano, la familia Castro invirtió dinero, a nombre del yerno de Raúl Castro, en propiedades y tierras en Italia. Incluso, dicen que también legalizaron algunas propiedades en Galicia, de donde era oriundo el padre de los Castro.
Irse a Italia o a España pudiera ser una opción. En esos lugares tienen admiradores, pero no tantos ni tan grandes como para encontrar protección. Y esa incertidumbre les genera miedo, porque saben que en ninguna parte estarán seguros, y que sus vidas correrán peligro, más allá del riesgo para algunos de perderlo todo, ir a prisiones, y abandonar la vida de millonarios que se dan.
Por eso se aferran hasta el último momento. Por eso Alejandro Castro tiene atemorizados a generales y dirigentes. Para que no suelten, porque sabe que un cambio brusco podría ser fatal para muchos de su linaje. Aunque él, según dicen, tiene guardada una bala para disparársela en la sien cuando llegue el momento. De esa forma, su muerte sería menos cruel que la del primo, que se lanzó por una ventana del hospital donde estaba recluido, tras la muerte de su padre, el comandante, según las malas lenguas, por presiones suyas, del hijo de Raúl Castro. Pero eso será tema para otro día.