Por Jorge Sotero
La Habana.- Este mundo nuestro tiene un día para cada cosa. Por ejemplo, el 8 de agosto es el de orgasmo femenino, pero, que yo sepa, no hay ninguno para los memes, y a mí se me antoja que pudiera ser el 13 de agosto, por el cumpleaños del fallecido dictador y destructor de Cuba, Fidel Castro.
Ya sabemos que, en Cuba, quienes dirigen, no escatiman en ridiculeces. Si quieren alguna muestra, vayan a las últimas declaraciones del impuesto presidente, del titular de la Asamblea Nacional o del vice primer ministro Jorge Luis Tapia. Ahí encontrarán material suficiente para lo que quieran.
Pero si quieres más, y como no hay clases en estos días, revise las publicaciones de aquellos que trabajan en las tiendas recaudadoras de divisas. En esos lugares, regidos por las Fuerzas Armadas, no escatiman en ridículos en sus homenajes al hombre que descansa en la piedra más fea del país, allá en Santa Ifigenia. (Por cierto, esa misma piedra, con todo dentro, irá algún día al fondo de la bahía de Santiago).
Pues se esmeran lo de las tiendas en divisas en eso del ridículo. El mal gusto, como la mayoría de las cosas que se hacen en Cuba, rebosa lo admisible. Y lo peor es que no lo hacen por convencimiento absoluto, por ser comunistas de verdad, sino por oportunismo puro y duro.
No voy a absolutizar, porque sería injusto, pero todos esos que participan, desde hace días, en los homenajes al desaparecido comandante, son en su mayoría unos oportunistas, que se prestan para lo que deciden los que dirigen las cadenas de tiendas, casi todos militares jubilados, ladrones en activo.
¿Por qué lo hacen? Porque en esas tiendas roban todos y posicionarse con el sistema, mostrar que eres un fidelista hasta el final, espanta los ojos que pueden tener encima y da más opciones para robar. Sí, de robar, porque en esos lugares se desvalija a diestra y siniestra.
Los que allí laboran no solo alteran precios, sacan pollos de las cajas y le meten agua, que cuando se congela se vuelve hielo, sino que sacan productos para venderlos por fuera a sobreprecio, que es una forma de estafar a un cliente que desde 1959 jamás ha tenido la razón.
Si a esas tiendas entran, por ejemplo, neumáticos de autos, cuando comienza la venta ya no quedan. O si entraron 200, se venden 20, para tapar la jugada, como dice un amigo que trabaja en esos lugares y que vive bien, a pesar del salario, que es tan bajo como el de un dependiente de una cafetería estatal.
Por eso no hay falta de personal en las tiendas en divisa, porque tienen opciones para defalcar, para disponer de cosas que los cubanos normales no pueden, y para tapar todo, por eso se prestan para las ridiculeces de los núcleos del partido o de la juventud comunista. Y encima, permiten que los filmen y hasta que los pongan en las redes sociales.
Dan pena esos trabajadores de las tiendas en divisas, que parecen perros de presas en puertas, anaqueles y cajas de los desabastecidos mercados cubanos, para luego vivir un poco mejor que el ciudadano común.
Estos, como todos los que les hacen el juego a la dictadura para sacar prebendas, deberían revisarse, porque una caja de pollo, media docena de refrescos TuKola, o unos paquetes de perros calientes más o menos, no valen lo que la dignidad de una persona.
Sean honestos, no se vendan, y, sobre todo, dejen de hacer el ridículo un 13 de agosto sí y otro también.