Por Oscar Durán
La Habana.- Si Marino Murillo Jorge piensa que los cubanos nos olvidamos de él, se equivocó. Al menos yo, antes de acostarme, le mando un saludo cariñoso a su madre. Tarea de Ordenamiento ni Tarea de Ordenamiento. Miguel Díaz Canel lo debió castigar y mandar a dirigir el Central Azucarero Arquímides Colina, de Mabay. Pero no, el Puesto a Dedo fue bastante benévolo y lo puso a dirigir Tabacuba.
Es agotador todo esto. Cuando pienso en Alejandro Gil, cierro el puño derecho y le doy un piñazo a la pared de la rabia que le tengo. Veo a Díaz Canel aterrizando en un helicóptero y quisiera tirar el televisor por el balcón. Eso me pasa con cada uno de los dirigentes de la dictadura, sin embargo, al que más ganas le tengo es a Murillo.
¿Por qué le dieron autoridad a ese hombre para tratar, supuestamente, de arreglar la economía cubana? Nadie conoce -solo la cúpula castrista- cuánto duró diseñar la famosa reforma, pero todos sabemos que en dos meses, una vez implementada, nos fuimos a la mierda en un cuarto de tierra.
“El objetivo es redistribuir la riqueza de otra manera en Cuba: eliminar subsidios, gratuidades y que eso se exprese en el salario”. Esta fue una de las frases más icónicas de Murillo Jorge. Por un momento, le creímos. Claro, ese momento duró 12 minutos o poco menos. Si la carne de cerdo empezó costando 85 pesos la libra una vez iniciada la Tarea Ordenamiento, ¿cómo Murillo nos puede explicar que ahora anda por los 550?
Ay, cubanos, nos la metieron sin vaselina y nosotros en las mismas. Supuestamente ahora estamos “Ordenados” y es cuando más mal no va. Ni en los años ´90 vivíamos así. Y lo más jodido de todo es que, ahora mismo, el Zar del Ordenamiento está sentado en su casa, con las piernas cruzadas y fumándose un tabaco Robusto o un Romeo y Julieta.
