Por Anette Espinosa
La Habana.- Hace apenas unos días fue asesinada en Pinar del Río Yoana Echenique, más conocida por Mirry, a manos de su pareja, Luis Daviel Palacio García. Ya habían pasado muchos días desde que se reportara el último caso y los defensores de los derechos de las mujeres batíamos palmas.
La muerte de Yoana fue la número 55 contabilizada en Cuba desde el inicio del año hasta la fecha, muchas más que las 34 que ocurrieron durante todo 2022, lo que representa un alza considerable, de un año a otro, cuando todavía le quedan casi cinco meses a 2023 para terminar.
Vamos por 55 casos de feminicidio ante la parálisis de un gobierno inoperante, que lo toma como bueno, o normal, y que no hace nada, en tanto en otras naciones hispanas, relativamente cercanas por la cultura, ponen el grito en el cielo, y no se acercan a la cantidad de muertes violentas de Cuba.
Argentina, por ejemplo, tiene 40 millones de habitantes, casi cuatro veces la cantidad de personas de Cuba, y el gobierno lleva una estadística detallada de las muertes por esa causa, que ya suman 152, para una por cada 263 297 habitantes. Incluso, las autoridades argentinas saben que en el país muere una mujer por violencia de género cada 33 horas. Incluso tienen claro que 128 casos fueron homicidios directos, y el resto vinculados.
También saben que dos de cada tres mujeres mueren dentro del hogar, que sigue siendo el sitio más peligroso, donde más riesgo corren, aunque es donde pasan la mayor parte del tiempo.
Todos esos datos y muchos más, están disponibles. Son públicos, cualquier persona los puede consultar, analizar, comparar, algo que no pasa en Cuba, donde las autoridades competentes -que no tienen competencia alguna- lo tapan todo y ocultan lo que ocurre para dar la imagen de país modélico, algo que ni ellos mismos se creen.
En argentina saben cuántos de los feminicidios fueron contra niñas, los trasvesticidios, incluso la cantidad de niños que quedaron huérfanos por los asesinatos de sus respectivas madres. Pero hay más, saben que uno de cada 10 feminicidas tenía antecedentes penales por violencia de género, o, incluso, que el 21 por ciento de ellos se suicidó y otro cinco por ciento lo intentó sin éxito.
Eso se llama tener control, hacer pública la información para que las personas sepan y tomen conciencia.
Pero vamos a España, que tiene poco más de 48 millones de habitantes, entre ellos millones de emigrantes llegados de cualquier parte del mundo, incluyendo argentinos y cubanos. Pues en el país ibérico ocurrieron hasta ayer, que se reportaron dos casos, 35 muertes en el presente año, en tanto la cifra desde 2003, cuando comenzaron a contabilizarse, asciende a mil 219.
En España ocurre una muerte violenta de una mujer a manos de su pareja, o expareja, por cada millón 380 mil habitantes, y una muerte cada 165 horas, que es lo mismo decir que una a la semana. No se vanaglorian de eso, pero tampoco esconden toda información.
Según datos, el número de huérfanos llegó a 39 en 2023, y ascendió a 416 desde 2013.
El gobierno español, como el argentino, tiene toda la información, pero, además, da seguimiento a cada uno de los casos, con pronunciamientos constantes de la ministra de Igualdad, Irene Montero, y de la delegada de Violencia de Género, Victoria Rosell.
Pero en Cuba prima el silencio. Como política de gobierno, la alta dirigencia comunista prohíbe que sus medios publiquen cualquier tipo de información, razón por la cual solo los medios independientes publican algo sobre el tema, con información conseguida a duras penas por cualquier vía y con un trabajo tremendo para contrastar las fuentes.