Por Oscar Durán
La Habana.- El 16 de noviembre de 2016, un día antes de su muerte, Fidel Castro todavía mandaba en Cuba. Llamó a su hermano Raúl Modesto Castro y le dijo dentro de un cuarto en Punto Cero: René González no puede ser Diputado, es una orden.
Así se fue Fidel de este mundo, dando órdenes aunque ya no podía ni con su vida. Ese legado lo ha mantenido su hermano Raúl. Que me perdone mi colega Jorge Sotero, pero, ahora mismo, quien manda en Cuba es, única y exclusivamente el General de Ejército. Después de los papelazos de Sandro Castro y el suicidio de Fidel Castro Díaz-Balart, el hermano menor de Fidel no confía en su familia. El Cangrejo solo tiene en su cabeza bailar reguetón con Fixty Ordara y Ja Rulay; Mariela Castro no sale de la plataforma Airbnb para ver si caen turistas en las mansiones que arrienda. De Alejandro Castro sabemos muy poco, pero no creo que su padre le pida consejos.
A sus 92 años, Raúl Modesto manda solo en Cuba. El único que lo puede corregir es José Ramón Machado Ventura y para de contar. Esteban Lazo cuando lo ve, se caga. Miguel Díaz Canel lo debe llamar como seis veces al día y, después de saludarlo, le dice: como usted diga, mi General.” A Alejandro Gil no lo puede ver. Lo está al sacar de ministro de Economía para mandarlo a conducir De la Gran Escena con su hermana María Victoria Gil.
Si pronto hay limpieza dentro de la cúpula, fue Raúl el de la idea. Díaz Canel no tiene autoridad para eso. Posiblemente Dalia Soto tenga más poder que el puesto a dedo. Sin embargo, el General no piensa en sus sombras. Sabe que no tiene. Incluso, le da tres pepinos si el pueblo recibió la canasta básica del mes o si el dólar subió a 250 pesos. No, eso no es importante para él. Solo le preocupan dos cosas: mantener el orden interno en las Fuerzas Armadas y que los dirigentes de provincia vean al Partido como inmortal. Teniendo el control de esas dos instituciones -como lo tiene hasta ahora-, no le hace falta más nada a Raúl.
Todo esta pesadilla, algún día acabará. Cuando eso suceda, debemos picar el país en dos y llevarle una mitad a Fidel y la otra a Raúl en sus respectivas tumbas. Tomen, aquí está lo que descojonaron. Después de eso, empezaremos a construir una nueva nación. Desde cero. Y democráticamente.