Oscar Durán
La Habana.- A estas alturas del juego, cuando ya pasamos el noveno inning, Esteban Lazo Hernández, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, acaba de darse cuenta de que Cuba no tiene materias primas ni para producir un algodón de azúcar. Lo ha dicho molesto, con ira, como si la culpa fuera del pueblo y no de los dirigentes.
Quizás por ese mismo grado tan elevado de estupidez, Raúl Castro todavía lo mantiene dentro de la élite. Hacen falta tipos como Lazo dentro de la Revolución. Que no sepan nada, pero que hablen fuerte y de frente. Con suerte, el Presidente del Parlamento cubano se ha leído dos libros en toda su vida: El Capitán Plin y Cien horas con Fidel. Con ese curriculum literario, no le podemos pedir más al señor Esteban. Él dirá, “si Guillermo García fue Ministro de Transporte, yo estoy para dirigir la NASA.
Claro, tampoco vamos a hacer ingenuos y creernos que este comportamiento de Lazo Hernández le salió espontáneamente. Del Consejo de Estado le bajaron una orden donde decía que debía ser más agresivo en sus planteamientos, aunque suelte disparates como este: “hay que organizar cosas que estaban organizadas, las desorganizamos y ahora tenemos que volverlas a organizar.” Si Teófilo Stevenson estuviera vivo, lo hubiera demandado por plagio. La técnica es la técnica, Lazo, y para organizarnos como tú dices, primero debemos aprender la técnica que ustedes mismos nos quitaron.
Pero el explote mayor de Lazo Hernández llegó en la última Sesión Extraordinaria del Parlamento, donde le habló “duro” a los Diputados sobre el tema de la comida al pueblo. Uno se detiene a ver esa intervención y se atora de la risa. ¿Cómo puede ver personajes tan analfabetos dirigiendo a nivel país? Lean bien esta parte. «Todavía estamos discutiendo si se implementó bien, si no se implementó bien, si se discutió bien en los municipios, si no se discutió bien ¿Hasta cuándo vamos a estar en esa situación?”, soltó en una de las partes de su alocución.
Estoy por pensar que a este hombre le enseñaron a hablar en forma de trabalenguas y no se adapta a una mínima coherencia. Que contrate a un repentista y empiece a dialogar en décima. Le entenderemos un poquito mejor. Aunque, a decir verdad, puede tener lagunas mentales y está pidiendo a gritos que lo jubilen. No lo dice, pero tampoco nadie se da cuenta.