QUE ALGUIEN LE DIGA…

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Jorge Fernández Era (Facebook)
La Habana …Al Jefe de Sector que se cumple medio año de la hermosa tarde en que se me apareció en casa un joven oficial de la DSE y me hizo saber con extrema amabilidad y alguna rudeza que si seguía escribiendo —no sé cometer otro delito— podría terminar de Historiador del Combinado del Este.
Que si no me recuerda —hace más de un mes no hago café para que luego me lo rechace—, soy el tipo que vive en el edificio que está exactamente frente al Solar de las Margaritas —que a su vez queda exactamente frente a mi edificio—, ese vulnerable templo de las transformaciones sociales donde desde hace dos años trabaja una brigada del Ministerio de la Agricultura que ha puesto dos ladrillos y una teja, siempre con la supervisión de decenas de dirigentes que derrochan sudor y gasolina para hacer de esa ciudadela la misma porquería que era antes.
Que aunque no me lo exijan, quisiera, en aras de dar otra vuelta, reportarme a diario en el Sector de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Entenderán el riesgo que corro al salir a la calle y violar mi prisión domiciliaria a expensas de que el policía de un carro patrullero me identifique y conduzca, para que a su lado otro policía… conduzca.
Que ayer fui a extraer dinero del cajero automático de Toyo y por momentos pensé que habían surtido la pescadería ubicada a treinta metros. La cola llegaba hasta la Tapia que puso Jorge Luis en el edificio que se está cayendo. Opté por entrar al banco, situado rumbo Este a similar distancia del Sector de la PNR, pensando que allí, más cerca de la bóveda, me sería más fácil extraer dinero, eso que inventó el hombre como medio de pago y hoy no paga ni lo que come. Poco faltó para que ganara un lugar en una bóveda —de la magna instalación de Comunales de Zapata y 12— cuando la cajera me aclaró que solo podía extraer dos mil pesos, lo que vale un cartón de huevos en los portales de la Panadería de Toyo —otrora la más importante panadería de la capital, hoy nombrada «La Harina del Desierto»—. Hay que tener (un cartón de) huevos para oír algo así y asimilar que solo pueden dártelos en billetes con denominaciones menores de diez. Uno va confiado en retirarse con diez de a quinientos y sale —a la vista del guardia de guardia— cual si hubiera asaltado el banco, con una jaba de nailon contentiva de cuatrocientos billetes de a cinco. Ello iguala en tensión con los filmes del Oeste que narraba los domingos el de la famosa frase «Esto es de amiguitos, querida…».
Que «Sector de la Policía de Calzada de Diez de Octubre y Enamorados» es tierno nombre para una esquina donde hace dos años —coincidentemente mes atrás de que se decidiera prestarle atención al Solar de las Margaritas— un grupo de agentes del vandalismo volcaron un carro patrullero y dejaron al Jefe de Sector sin medio de transporte. El local quedó de lo más chulo con ese azul que «inspira sentimientos de amistad, Seguridad y confianza», pero debía permutar con la cafetería de enfrente, mejor ventilada. Total, ambos coinciden en calidad de oferta y salen caros al erario público.
Que en esa edificación hace muchas cuotas de latas de leche hubo una ferretería. De metal hoy solo posee los «hierros» con que los uniformados se defienden de mí y del resto de los delincuentes del barrio. Me alegra un mundo que nos dé cobija como parte de la política estatal de convertir los cuarteles en escuelas y las tiendas en sectores de la PNR.
Que estoy sin trabajo, dispuesto a que la Policía me contrate para entregar citaciones. Me comprometo a cumplir con no menos del 99 % de las entregas (el 1 % es la citación mía), o para sembrar y atender un tamarindo que dé fe del Consejo Popular del mismo nombre.
Que si amerita castigarme, hay métodos más ortodoxos que el de no dejarme salir de casa. Pueden imponer la obligación de pararme firme en la azotea, a pleno sol, mirando al Sudeste, con kikos plásticos de los setenta, otro gran logro de la ciencia cubana contemporánea. O marchar en el Parque Santos Suárez con par de botas rusas, como antaño en la Lenin cuando salíamos del comedor tras engullir patipanzas y lenguas de res que hoy hacen la boca agua. O poner el Noticiero y no cambiar de canal. O pensar en ese 2030 que se nos viene próspero y sostenible.
Que estoy consciente de los perjuicios que le inflijo a la sociedad y me siento empoderado con el daño que me hace la sociedad a mí. ¡Es tan gratificante vivir con la PNR y la Seguridad detrás! Desde que lo leí en alguna parte, mi lema sigue siendo «Coopere con la Policía: golpéese usted mismo». Dan deseos de enviarle mensajes al Jefe de Sector a ver si se berrea, viene por aquí y acepta el café de la bodega que generosamente le brindo.

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