EL PELOTEO CUBANO… EN UNIFORME

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Por Anette Espinosa
La Habana.- Aquello de que el cliente siempre tiene la razón, que se usa para garantizar a las personas la atención requerida en cada lugar, no vale en Cuba. En la isla todo el que tiene un poquito de poder lo utiliza al máximo y se lo exprime en el rostro a cualquiera, sin importarle que en algún momento puede ser víctima del otro.
Hoy voy a referirme a un caso que me contó Gladys Zulema, la madre de Víctor Manuel, un niño de 12 años que terminó sexto grado y que vive en el municipio de San Miguel del Padrón, en la periferia habanera, donde comenzará la secundaria básica en septiembre próximo.
Víctor Manuel hizo el segundo semestre de quinto grado y sexto completo en San Miguel, pero el resto de la primaria lo pasó en Corralillo, de donde son oriundos sus padres. Y ustedes se preguntarán a qué viene esto. Pero les juro que es muy sencillo.
Cuando Gladys Zulema fue a la tienda en la que supuestamente le tocaba comprar el uniforme de su hijo, en San Miguel del Padrón, le dijeron que no era allí, que se lo tenían que dar en Corralillo. Para ella era una complicación más y, a pesar de ser esposa de un militar, quiso ahorrarse el viaje a Corralillo, porque el transporte para allá es casi inexistente, y le preguntó a la dependienta sobre alguna forma para conseguir un uniforme, pero esta le dijo que no, que a ningún precio, porque «vinieron contados».
Ante esta situación, no le quedó más remedio que emprender camino a Corralillo, como ya he contado, con todos los sacrificios que eso lleva, y cuando llegó al referido municipio, le dijeron que «de eso nada, el niño se fue hace más de un año de acá y toca por el lugar donde vive ahora».
Gladys Zulema es una mujer paciente, de esas a las que le cuesta que la sangre le hierva en las venas, pero no tuvo más remedio que molestarse y decirle dos cosas a la tendera, que tal vez ni culpa tenía. Pero también había que entenderla a ella, que solo busca un uniforme azul para que Víctor Manuel vaya a la secundaria, porque de lo contrario no lo dejan entrar, y entonces la pelotean de un lado a otro.
Y ahora yo me pregunto si es tan difícil poner ese vestuario por la libre en las tiendas, o permitir que alguien se encargue de eso. O abolir lo del uso de los uniformes, porque solo sería una cosa más entre todas las abolidas. Y en un país donde no hay cuadernos, ni libros de textos, y mucho menos maestros, qué tiene de malo que los estudiantes no vayan en uniforme a la escuela.
Total, si el hábito no hace al monje y aprenderá lo mismo vestido de amarillo y blanco que de cualquier otra ropa. Y así, tal vez, le ahorre trabajo a su madre. Pero lo del gobierno cubano es lo de nunca acabar, la ineficiencia más absoluta, y el mismo peloteo. Tanto, que cada vez las personas se cansan un poquito más.

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