Por Jorge Sotero
La Habana.- Me gusta el sistema de gobierno de España. Esa monarquía parlamentaria, el estado democrático, de derecho, con economía de mercado, en el cual cuesta trabajo elegir al presidente, pero las personas saben que su voto puede influir y acuden a las urnas.
Hasta esos pactos entre facciones políticas para obtener mayoría me atraen. Sobre todo porque le dan opciones a los partidos pequeños, representantes de grupos minoritarios, a tener alguna influencia política. Adoro esas negociaciones entre el Partido Popular y Vox en busca de un consenso que los lleve a La Moncloa.
También lo admiro si lo hacen el PSOE y Sumar, o los independentistas de Cataluña. Es política y los más avezados, los que tienen más apoyo, trabajan para que su formación y su hombre de confianza lidere el país por un período de tiempo.
Hasta me gustó ver cómo en un acto de campaña de Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP, los presentes coreaban el nombre de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, una joven con una carrera en ascenso en dicha organización y que en algún momento se convertirá en presidenta del gobierno español, y ojalá más temprano que tarde.
Pues bien, he estado en España, solo una vez y por equivocación no me quedé, no dejé aquella aventura de la iglesia en la que estaba enrolado y decidí vivir en Sevilla, Cataluña o Madrid. El camino del emigrado me aterraba, pero más me aterra la Cuba de ahora, el país de miserias, necesidades y hambre que nos ha preparado la dictadura castrista, sin soberanía nacional, división de poderes ni un sistema parlamentario.
Les juro que me encantan los debates parlamentarios, y ver a cualquiera de los diputados levantarse, cuestionar a otro, decirle que miente o pedirle que explique alguna determinación, políticas… y ese otro puede ser -o casi siempre es- el presidente del gobierno, que acude allí como uno más. ¿Que se les va la mano a veces? Puede ser, pero es un logro de las democracias, decir las cosas sin tapujos y que la contraparte admita o asimile, aunque no esté de acuerdo con los cuestionamientos.
Cada país tiene la libertad de elegir su forma de gobierno. El patrón a seguir no tiene que ser el español, el británico, el estadounidense o el colombiano. Pero yo me pregunto si quiénes trabajaron en el cubano no pudieron inventar algo mejor. A mí me gustaría que el sistema cubano se pareciera un poquito al de España, para ver cómo, al momento, mandan a callar a Esteban Lazo, cuando se pone a decir cosas que van contra la libertad, la democracia, la separación de poderes, la decencia, el sentido común, el Estado de Derecho, a pesar de que él dice que Cuba es un país de leyes. Claro, no especifica que las leyes están solo para proteger la hegemonía de la familia Castro y sus satélites.
No me imagino a un tonto como Jorge Luis Tapia hablando de huecos y pescados en los patios de las casas en España, sobre todo porque el pescado y los mariscos están garantizados allí, porque el gobierno se ha encargado de crear políticas que faciliten la pesca, producción, cría, importación, o como queramos llamarle al proceso de garantizar la alimentación de las personas, entre ellos de los ancianos.
¿Es perfecto el sistema de gobierno en España? No debe ser perfecto, pero me gusta. Mi esposa tampoco es perfecta y es la mujer que me gusta, con la que quiero vivir.
Y si me preguntas si me molesta el rey, advierto que me da igual. Al final, allí hay un monarca, Felipe VI, quien me parece un tipo humilde, con una familia muy al estilo tradicional, que se gasta plata de los contribuyentes, pero que no alardea de nada. No lo hace él, ni su esposa ni las hijas.
En tanto en Cuba, hay un monarca cagalitroso, que heredó el trono del hermano y se prepara para entregarlo a los hijos, unos inmorales, ladrones, vividores, oportunistas, que no son ejemplo de nada, que se creen que pueden tener al pueblo de Cuba como tenía su descendiente gallego a los campesinos y haitianos que trabajaban para él en Birán.
De todos ellos, de la enorme prole de los Castro, el que mejor me cae es Sandro, el más descarado de todos, pero el único que no se esconde para tirarle a la cara a los cubanos que tiene poder, que hace lo que quiere y que está por encima de la ley.