Por Anette Espinosa
La Habana.- Fito Páez sabe de La Habana y de Cuba. Conoce la capital cubana al detalle porque estuvo tantas veces y tanto tiempo en ella que se puede dar el lujo de hablar con conocimiento de causa. El cantautor argentino estuvo con unos y otros, con fieles e infieles, con tirios y troyanos.
Ahora, después del escándalo que se armó con el documental La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar, manipulado por la dictadura, el argentino, a quien acusó el régimen de dejarse utilizar, salió a aclarar unas cuantas cosas que algunos no las tenían muy claras. Y fue tan preciso como siempre en su vida, pero sus palabras crearon ronchas.
Dejó claro que nadie lo manejó, y quienes lo conocen lo saben muy bien: «Estuve al tanto de todo siempre… una vez me mandó el primer corte, me pareció que le faltaban algunas cosas y se lo sugerí». Con esas palabras zanjó cualquier duda. Pero luego dijo que «estuve al tanto de las últimas instancias del documental».
Pero Fito fue a más. Habló de censura, de pobreza, de gente muy necesitada, incluso se enroló en aquello que siempre estuvo presente sobre la desaparición de Camilo Cienfuegos y el viejo argumento de que no cayó tal avión al mar, sino que el comandante fue asesinado por orden de los hermanos Castro, porque el ilustre guerrillero era una sombra enorme.
El cantante recordó que «yo soy amigo del pueblo cubano. No soy amigo de ellos (del gobierno). Y voy a estar allí hasta las últimas consecuencias, entonces intentar manipularme o acusarme de eso es una falta de respeto. Yo tengo mis ideas clarísimas».
Pero, como ocurre siempre, los pagados por los Castro, fuera y dentro de Cuba, se movilizaron para tomarla con Fito, y apelaron a los de siempre. Primero a Atilio Borón, uno de los personajes más incongruentes de toda América ahora mismo, y quien ha pasado temporadas enteras en Cuba, cuidado y alimentado por el castrismo.
El escritor, periodista y politólogo la emprendió contra al cantautor, compatriota suyo, con una sarta de mentiras y los mismos y cansinos argumentos de siempre: el bloqueo que dura 64 años. «Vos no podes ser tan irresponsable de decir lo que estás diciendo, porque sos una figura de una gravitación extraordinaria». Y vuelve al mismo argumento del régimen: «no te dejes manipular por las discográficas miameras».
La respuesta de @atilioboron a @FitoPaezMusica por las declaraciones ¿pagas? a la prensa yankee. pic.twitter.com/WRktBDnGh5
— SrYSraK+ (@Kichi25M) July 23, 2023
Y también lo criticó por lo que dijo del avión de Camilo Cienfuegos, y lo motivó a ir a la Wikipedia a buscar cuántos aviones hay desparecidos. Le pidió que se rectificara, «porque lo que estás diciendo es una tontería. Y lo de los fusilamientos, tenés que ser muy cuidadoso de ver qué fue lo que realmente pasó… Cuba no puede permitir la impunidad».
Por último, dijo Borón que Cuba «es un país que está bajo guerra. Hácete cargo de eso».
Pero la dictadura cubana, después de insistir con sus embajadores en el exterior para que buscaran a personajes de izquierda comprometidos, al estilo Atilio Borón, también echó mano a los del patio y nadie mejor que Raúl Torres: «Cuánto lamento sentir decepción de gente que he amado, ¿por qué se vuelven irresponsables y abyectos con el tiempo y el dinero?, este señor en específico me ayudó en cierto momento de mi carrera y fue mi paradigma y guía, ahora en nombre de una gran mentira corrompe todo lo absolutamente bello e impoluto de su carrera hablando mal de Fidel», dijo.
Criticó el documental, sobre todo por el guión y la dirección, como no podía ser de otra forma, y también, como es típico en él, dejó un poco de bravuconería y alarde: «al que le sirva el bajaychupa que se lo ponga y no me empiecen ahora los nematelmintos con sus amenazas… que en Matanzas se inventó la Gaznatonicidad y aquí no hay miedo de ningún tipo. Viva Fidel».
Es lo típico de la dictadura: amenazar, deslegitimar, mandar a sus ballesteros a una cruzada contra todo el que les pinta la cara. Esta vez tuvo que hacerlo Borón como gratitud por todo lo que ha vivido en Cuba y chupado del castrismo. Y Raúl Torres lo hizo por vocación, por la misma vocación de siempre: la de un vividor halalevas, vago y descarado que ha ascendido en el organigrama comunista a base de chicharronería y de chivatear.