(Tomado del Facebook de Joel Fonte)
La Habana.- Un Libro del Antiguo Testamento -Éxodo- nos narra cómo los hebreos -porque no eran judíos aún- son guiados por Moisés a través del Mar Rojo, al desierto y al Monte Sinaí, escapando de la esclavitud egipcia.
Casi apenas iniciado aquel calvario de años, ocurrió entonces que azuzados por el hambre prolongada, la sed, el llamado Pueblo de Dios prefería regresar, ser otra vez esclavos, ceder su libertad a cambio de pan…
Ese resorte simple es empleado -en especial por los regímenes de izquierda, populistas, muchos con tendencia a derivar en dictaduras- en la política contemporánea para manipular a la gran masa crédula y ávida de quien les ofrezca «algo»: el despojo de la libertad del ciudadano, de su derecho a gozar de todas las garantías que por su misma condición humana le vienen dadas, a cambio de migajas que el propio régimen totalitario luego le irá arrebatando con la gradualidad necesaria, para evitar «aspavientos», hasta dejarlo en la miseria más absoluta…
En Cuba el régimen de los hermanos Castro es un trágico ejemplo de cómo los pueblos son esclavizados por aquellos en los que confiaron su libertad, que es ceder las llaves de su futuro, de su existencia.
¿Pero, llegados a un punto tan oscuro, es posible una salida? ¿Hay motivos para ser optimistas…? ¿Es posible cuando el practicante de tirano, que Raúl Castro puso ahí, cada vez muestra con mayor desenfado su rostro enfermizo de poseído por el Poder?
Los hay, porque el inmovilismo de la sociedad, la vieja costumbre de la inacción, de permanecer apáticos a los problemas de la nación, a ser sujetos activos de sus soluciones, está terminando ante el descredito del régimen cubano. Y ese descrédito del Castrismo será la causa esencial de su caída.
Expliquémoslo brevemente: La fortaleza de todo régimen -y ello es aplicable incluso a los sistemas autoritarios- está en la creación de una sólida base económica, en el apoyo de ciertas clases y grupos sociales, la organización y funcionamiento eficiente de mecanismos de coerción que lideran las fuerzas militares, y en el empleo hábil de la propaganda.
Así pues, la dictadura cubana tiene una estructura política que es el Partido Comunista -impuesto como único con existencia y funcionamiento legal en el país- y su membresía, que llegó a tener nominalmente en el periodo de auge del régimen Castrista más de medio millón de miembros, hoy está en ruinas: decenas y decenas de miles que han emigrado; otras decenas de miles que han abandonado sus filas; imposibilidad de captar nuevos miembros en masa, como otrora, ante el rechazo social que genera; y lo más grave, que el funcionamiento de las estructuras que sobreviven es puramente formal, cuando funcionan…
Esto ocurre porque, por un lado, el régimen ya no pudo ocultar más, tras la caída del bloque comunista europeo, su papel de sostenido, de parásito comunista, y su consiguiente incapacidad para crear riqueza social, para administrar y desarrollar una economía eficiente, y la gente comenzó a pasar un hambre atroz, mayor que la que ya sufrió hasta finales de los ’80, y esa base de apoyo del Castrismo está en el pueblo, y sufre hambre y privaciones también, con la excepción de los jerarcas que son parte de sus estructuras de Poder.
Igual ocurre con los miembros de los mecanismos represivos, que mayoritariamente sufren la doble ofensa de ver cómo esa corrupción en las altas esferas del Poder se les pasea a diario delante del rostro, en forma de los privilegios de que disfrutan los altos mandos militares, policiales y de otros órganos…
En ese contexto, la credibilidad, la confianza de esa base de apoyo, se ha quebrado porque ha descubierto cómo, año tras año, el discurso de mentiras se repite una y otra vez, cómo aumenta la miseria sin que sus líderes le pongan fin, cómo se multiplica extraordinariamente la corrupción, el actuar canallesco de los funcionarios públicos, y particularmente como todo aquello que se les «vendió» como inamovible, como innegociable, que fue un régimen «proletario», de supuesta justicia social a fuerza de un igualitarismo que sacrificó el futuro de Cuba, ahora está camino a convertirse otra vez en una sociedad capitalista, controlada por una oligarquía, por un grupo minoritario con un Poder económico adquirido de modo mal habido, corrupto.
Los miles de hombres, mujeres, ancianos, y hasta niños, que nos asaltan por cualquier calle del país pidiendo caridad, y que vemos comiendo restos podridos de la basura, son solo un vergonzoso ejemplo que revela esa verdad que el Castrismo insiste en negar.
De ahí surge entonces la inefectividad de ese último pilar, decisivo para el Castrismo: la manipulación a través de la propaganda.
Los millones que antes caían acríticamente en los brazos de Fidel Castro, se han reducido a decenas de miles, movidos muchas veces por «juiciosos» intereses…
La rusificación en marcha del país, que encabeza el proceso de lo que muchos ya llaman «cubastroika» -cuenta descaradamente hasta con un «grupo de asesoramiento para las reformas»- es parte de esa pretendida transición.
Y, quienes han estudiado la transición soviética de los años ’90, ya saben el origen de los posteriores millonarios y magnates rusos: todos estaban vinculados al PCUS -Partido Comunista de la Unión Soviética-. De allí robaron sus fortunas.
El mundo entero sabe eso. Está en manos de los cubanos evitar que nuestro país siga siendo esclavo. Nuestros hijos nos están mirando.
No más temor.
No más dictadura en Cuba.