(Tomado del muro de Facebook de Jorge Fernández Era)
La Habana.- Hoy, a cien años y cuatro meses de la Protesta de los Trece, realizada por jóvenes intelectuales cubanos encabezados por Rubén Martínez Villena, me pararé a las 4:30 de la tarde frente al monumento a José Martí del Parque Central con cuatro reclamos presentados por Alina Bárbara López Hernández y otros compatriotas en meses anteriores:
-Inmediata liberación de los presos políticos y de conciencia, incluidos los muchachos del 11J, quienes cumplen desde hace dos años injustas y desproporcionadas condenas.
-Convocatoria a una Asamblea Constituyente que reformule la Constitución y haga factible el ejercicio de derechos hoy violados.
-Que el Estado, en medio de un envejecimiento poblacional galopante, no desatienda a las personas de la tercera edad. Ellos dedicaron su vida a defender un proyecto social que no garantiza vejez digna ni descanso pleno.
-Que cese el acoso y represión contra los que disentimos. Es una opción legítima en cualquier sociedad democrática, en países que presuman de poseer un Estado de Derecho.
Miguel Díaz-Canel acaba de declarar en Bruselas:
-«Las políticas financieras de la Unión Europea siguen imponiendo barreras al desarrollo de nuestra región». Las vuestras, señor presidente, con eufemístico nombre de «Ordenamiento», han disparado los precios y la inflación, han hecho más precaria la vida de quienes está obligado a proteger, han generalizado la corrupción, el robo y la miseria.
-«Tenemos que discutir a fondo las cuestiones relacionadas con la migración». Pregúntese, si tanto le preocupa el tema, por qué emigran los cubanos, por qué tantos jóvenes no echan anclas al futuro de la nación porque la palabra «futuro» no florece en la tierra que los vio nacer.
—«Alarma la proliferación de los discursos de odio, la intolerancia, las políticas excluyentes». El Gobierno cubano no tiene moral para hablar de ello. Aquí se excluye a los que no lo aplauden, se es intolerante con quienes, desde adentro y desde afuera, clamamos por cambios que no llegan; a quienes «no necesitan» ni respetan, no importa si nos manifestamos desde la honradez, sin enarbolar la doble moral convertida en norma.
-«Una relación entre iguales debe basarse en el diálogo respetuoso y honesto, dejando las amenazas e imposiciones». Ustedes, primer secretario de un «Partido» omnímodo que se erige como única opción, se niegan a dialogar con los ciudadanos que desde el disenso defendemos igual derecho a la libre expresión, a soñar en una Cuba inclusiva que nos escuche y no nos haga a un lado, al fondo o a la oscuridad de un calabozo.
Hace más de dos semanas que rueda una carta de solidaridad hacia Jorge Fernández Era firmada por cientos de intelectuales y personas de buena voluntad de Cuba y del resto del mundo. Nadie, absolutamente nadie me ha llamado a su oficina para interesarse por el asunto, a preguntarme si en alguna ocasión las fuerzas del desorden —que me imponen desde el 28 de abril medidas cautelares de prisión domiciliaria y prohibición de salida del país— investigan para comprobar la denuncia que hice el 30 de enero sobre la ilegalidad de las citaciones y el posterior proceso que puede llevarme ante los tribunales, a que se me imponga una vergonzosa pena de prisión.
La Fiscalía General del Ministerio del Interior, institución que tiene como fin defender a los ciudadanos de las violaciones de sus miembros, hizo caso omiso al proceso que seguí por el «camino correcto» y los «canales correspondientes», como lo hace hoy Alina ante la Fiscalía Provincial de Matanzas con similares resultados.
La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) —a la que pertenezco desde al año 2016— y el Ministerio de Cultura —en cuyas instituciones eché el bofe durante más de veinte años— duermen tranquilos en su complicidad y hacen caso omiso a la solicitud presentada hace cuatro meses de que se interesen por conocer qué pasa con este escritor, humorista y editor que trabajó durante décadas al servicio de la cultura cubana.
El candado se cierra. Ya sé cómo aprietan las esposas y a qué huele una celda. En su infamia y cobardía, osan interrogar a mi cónyuge y le proponen un «canal de comunicación» —no aclaran si Cubavisión o Tele Rebelde— para delatarme.
Allá ellos. Los denunciaré a los cuatro vientos mientras mis 60 años tengan hálito. Prenderé un sello blanco —sustituye a los sudados papeles que guarda el Departamento de Seguridad del Estado como «prueba irrefutable» de mi protesta— al pulóver que porto como constancia de mi participación en el evento Cronistas Crónicos, organizado por la Uneac de Villa Clara. «El público pone la gracia», exhibe como eslogan. Si la Seguridad del Estado hace el chiste de impedir que salga o me manifieste pacíficamente ante el monumento al Apóstol, dondequiera me conduzcan o me encierren tendrán que espantarse al Era sonriente, respetuoso y conversador que han enfrentado siempre.