Por Jorge Sotero
La Habana.- Al gobierno cubano se le acaban las vías en busca de una forma para alimentar al pueblo, sin tener que gastar el dinero destinado a los Castro. En los últimos 30 años lo han intentado de todas las maneras posibles, por todos los caminos, y siempre acaban en lo mismo: en un fracaso más, y en otro poco de desesperanza vertida sobre la cabeza de una población que pasa hambre y necesidades.
Aquellos discursos del fallecido líder de que Cuba iba a exportar café a todo el mundo y que el cubano podría ir a buscar el que necesitara, sin pagar, pasaron a la historia. Lo mismo que la demanda de la carne de toro -a la que llamó oro rojo en un discurso cargado de energías- en Europa, a donde irían barcos refrigerados, uno tras otro. Incluso el huevo que prometió exportar a América y a otros lugares del mundo, se convirtió en otra mentira más.
De pronto, el país donde el café iba a estar abarrotado, donde la carne de res se iba a exportar, porque sobrarían, comenzó a verse entre la espada y la pared. Un buen día, hace como 30 años, dijeron que la única forma de salvar la masa ganadera era con la siembra de Leucaena, una especie de arbusto que se usa en muchas partes del mundo para alimento del ganado, sobre todo para las cabras, aunque hay lugares donde las personas también se alimentan de ella, pero no me pregunten cómo.
Al final, sin piensos, la masa ganadera comenzó a perderse. Ya no llegaba alimento de Europa -de la URSS sobre todo- y la leche y la carne desaparecieron. Como por arte de magia el café dio paso al chícharo y su venta se controló al extremo, o se dispararon los precios en las tiendas en divisas. Luego, en una de esas noches de intensa actividad febril, el desaparecido comandante leyó que la solución era la moringa. Y en otra, el claria.
Pero tampoco fue. Pasó lo mismo que con las muras, una especie de pez que trajeron a Cuba desde el río Amur para, por su tamaño, garantizar pescado en la dieta del cubano, pero nada. Tampoco surtió efecto la tenca. Y fallaron los pronósticos con el avestruz, aquella que iba a dar más carne que cuatro vacas, y tortillas para un pueblo entero. Todavía hoy, las palabras del nonagenario Guillermo García solo motivan risa en quienes lo escuchan.
También se refirió el comandante avestruz a las jutías. Y dijo que «tiene un nivel de proteína superior a todas las otras carnes», pero esos mamíferos, que para mí son roedores, están muy escasos en Cuba. Tampoco son la solución. Pero ellos no se dan por vencido e insisten. Y ahora es el momento del pato pequinés.
Según wikipedia, estás aves, vistosas por demás por su color blanco y su pico de color naranja intenso, pueden comer cualquier tipo de plantas, semillas, algas insectos, caracoles, babosas, lombrices y peces pequeños. Incluso ingieren arenilla o piedrecitas, estas últimas para poder digerir los alimentos.
Ya en Sancti Spíritus, en la empresa arrocera Sur del Jíbaro, hay cinco mil de estas aves. Y llegarán 15 mil más, según publicó hace unos días Prensa Latina, que asegura que en unos 70 días, los referidos patos alcanzan un peso de hasta 2.3 kilogramos, el ideal para comercializarlo.
A mí estas cosas me dan risa. Es lo mismo que las gallinas semirústicas, aquellas que sueltas en un balcón, alimentándose de la brisa marina y agua, en unos meses iban a dar huevos y carne. O de las codornices, cuya crianza generaría cientos de millones de huevos al año, mucho más proteicos que los tradicionales.
¿Estos que dirigen en Cuba no se dan cuenta de que si eso fuera posible, el mundo entero se dedicaría a criar estos animales y no a otros? La gallina normal es más rentable, genera más carne en menos tiempo que cualquier otra ave. Y la ponedora asegura el huevo que la gente necesita en todo el mundo, menos en Cuba. Que el avestruz, más allá de algunos inventos en alguna parte, es solo un ave exótica, que lucha por sobrevivir en las sabanas africanas.
Que la moringa es una mor…inga y que el cubano prefiere un pargo a una claria. ¿No se dan cuenta de que no hay que inventar nada más, que todo está inventado? Que solo hay que hacer las cosas bien, pensarlas mejor, y, sobre todo, acabar con un sistema que mata de hambre a la población por su ineficacia endémica.
Dejen a un lado la limonada, o el limón como base de todo, la jutía, la leucaena y no sé que más… Abran las puertas de verdad al mercado -y lárguense- de Cuba y verán como aparece todo lo que el pueblo necesita para estar bien alimentado.