Por Pablo Alfonso
Santiago.- Era junio de 1981. El pueblo de San José de las Lajas estaba feliz como ningún otro. Los mejores púgiles de Cuba caminaban por sus calles y avenidas, no tan deterioradas como ahora. Algunos de los que formaron parte de la época dorada del boxeo en la mayor de las Antillas asistían a las actividades culturales que ofrecía la hoy capital de Mayabeque.
Entonces, tuve el privilegio de darle la mano a Adolfo Horta Martínez, uno de los mejores boxeadores amateurs del mundo. Para muchos, el mejor de Cuba en todos los tiempos. Aunque no por los títulos, aclaro.
Después lo vi, en el ring, hacer gala de su versatilidad hasta vencer en la pelea final a otra estrella del pugilismo cubano, el matancero Ramón Goire. Todo sucedió en la recién estrenada sala polivalente del terruño que me vio nacer.
Por allí pasaron, en la decimocuarta edición del Torneo Internacional de Boxeo Giraldo Córdoba Cardín in memorian, 278 competidores provenientes de 18 países de cuatro continentes. Todo un lujo para los que disfrutamos del deporte de los puños.
En los años siguientes, en la sala polivalente se formaron talentos de diferentes disciplinas deportivas. No fueron pocos los buenos deportistas que de allí salieron, y, al mismo tiempo, era sede de diferentes eventos municipales, provinciales y nacionales.
De vez en vez, se convertía en escenario para recibir a algún que otro artista del patio o de más allá de nuestras fronteras.
Recuerdo las presentaciones de grupos europeos de rock. También de Bíser Kírov, aquel cantante búlgaro de pop que vivía entre Sofía y La Habana, además de muchos otros exponentes de todo lo que tenía que ver con la extinta Unión Soviética, como parte del adoctrinamiento de entonces, que, al parecer, vuelve por sus fueros.
Hoy, la sala polivalente de San José de las Lajas parece una instalación de cualquier ciudad de Ucrania, bombardeada por los amiguitos del (des) gobierno que legitima la invasión rusa.
De allí, seguro, no podrá salir nunca más un deportista de alto rendimiento. Ahora lo único que crece es la podredumbre, como confirmación de que el sistema comunista es un total fracaso.
Atrás quedaron los días de esplendor, los jóvenes practicando baloncesto, gimnasia, karate y halterofilia, entre otras disciplinas. Incluso, los habituales corredores, cuando llovía, iban a correr a su interior, como yo, para cobijarse de la lluvia. Y me pregunto: ¿ahora, dónde lo harán?
Aquel slogan de que el deporte es un derecho del pueblo, hace rato se murió. Lo mutilaron. ¿A dónde fue a parar? El pueblo ya no tiene derecho ni al deporte, algo tan elemental para la salud. Así anda Cuba, convertida en desastre. Lo ves por donde quiera que miras o caminas.
Mi exhortación es a que entreguen la Isla, porque ustedes no pueden con eso. No hagan sufrir más a un pueblo que soñó con un país próspero, como la joya de América, que era antes de llegar la maldición del comunismo.
¿Por qué no hacen realidad el sueño de mi colega y buen amigo Mateo Secades y le venden la Isla a Elon Musk? El hombre más rico del mundo lo hará mejor que ustedes. Los cubanos, todos, lo agradeceremos.
Me atrevo asegurar que hasta mi ídolo Adolfo Horta estaría de acuerdo conmigo.