(Tomado de El Rincón de la lectura)
La Habana.- Cuando María Isabel Granda y Larco, o «Chabuca» como llaman en Perú a las Isabeles, trabajaba como demostradora de productos de belleza en una tienda de los suburbios de Lima, Perú, comenzó a recibir la visita de Victoria Angulo Castillo de Loyola, una mulata que hacía sus precarias compras en ese lugar.
Esta dama solía comentarle a Chabuca, con su voz entrecortada por la fatiga, el trayecto que debía hacer a pie desde un puente de palos que pasaba por encima del río Rímac, entrar a una larga vereda, atravesar un bosquecillo de álamos que la gente llamaba «alameda» hasta llegar allí, hacer sus compras y luego recorrer el mismo camino de regreso hasta su casa, que se escondía en un corralón muy cercano de aquel viejo puente de palos (que fue derribado para construir uno más moderno y funcional).
Pero a Chabuca le llamaba la atención el señorío y donaire con que andaba esta mujer de piel canela, a pesar del cansancio y de su edad.
Así, y poco a poco, la joven Chabuca de apenas 29 años, fue forjando una canción-vals que le llevó más de veinte meses para terminar.
Y fue el 21 de julio de 1950, en el cumpleaños numero 59 de Victoria Angulo, cuando Chabuca le dedicó y cantó a su amiga esta canción en casa del compositor José Moreno (…Déjame que te cuente, limeño, ¡ay, deja que te diga Moreno, mi pensamiento…) que a petición de Chabuca la había prestado para celebrar a su querida amiga, sin saber que era el inicio de una larga y exitosa carrera como compositora y poetisa.
Además, Chabuca jamás se imaginó que ese día, más que un presente de cumpleaños, estaba «canonizando» a Victoria con aquella canción.
– Ahora -le dijo la mujer a Chabuca Granda- vas a ser muy conocida-.
Y Chabuca le respondió:
– Yo seré conocida, pero tú serás inmortal-.
La Flor de la Canela es considerada por muchos peruanos como una especie de himno, pero también el vals peruano más interpretado en el mundo.