Por Fernando Clavero
La Habana.- La casi totalidad de los amantes del béisbol en la isla no pudieron ver el derby de jonrones, previo al Juego de las Estrellas de las Grandes Ligas, pero muchos se las arreglarán, por cualquier vía, para disfrutarlo en cualquier momento. Y vale la pena, porque hubo protagonismo de la armada cubana.
En cada una de las rondas hubo al menos un representante de la isla para amenizar la jornada, que tuvo como gran triunfador al dominicano Vladimir Guerrero Junior, quien se impuso finalmente y se llevó el premio de un millón de dólares destinado al que más pelotas sacara del T-Mobile Stadium de la ciudad de Seattle.
Eso sí, los cubanos, producto de su gran inicio de temporada, estuvieron a la altura, y tres de ellos pelearon por la misma parte del organigrama, lo cual facilitaba las cosas para que al menos uno llegara a la ronda final, y ese fue Randy Arozarena, de los Rays de Tampa Bay, quien se encargó de eliminar a sus otros dos compatriotas.
Arozarena quedó emparejado con Adolis García en la primera fase y lo sacó de competencia, y luego hizo lo mismo con Luis Robert Junior, pero al final le faltó fuelle ante Guerrero, a pesar de que sacó a relucir unas botas mexicanas, algún caracol, y cualquiera sabe qué más.
Los cubanos también merecieron una buena tajada entre el otro millón y medio de dólares que se repartieron los que participaron, en dependencia de la ronda en la cual cayeron.
Pero más allá de lo que aconteció sobre la grama del T-Mobile, me quedo con una foto de los cubanos que participan en los festejos del All Star Game. Todos abrazados sobre el césped, sin importar el equipo del que procedan, incluso el lugar de nacimiento, porque unos lo hicieron en la isla y otros en Estados Unidos, pero solo porque sus padres emigraron hasta allí huyendo de la dictadura castrista.
Los siete que vieron la luz en Cuba estaban en la imagen con J.D. Martínez y Nick Castellanos de Los Dodgers de Los Ángeles y los Phillies de Filadelfia, en una foto que me llena de orgullo, porque demuestra el poder de unidad del deporte, rivalidades en el campo aparte.
Mientras estas cosas ocurren, los supuestos adalides de la libertad de Cuba, los voceros o líderes de los diferentes grupos opositores, tanto dentro como fuera de la isla, se lanzan ataques a diestra y siniestra con la única intención de sacar provecho, captar seguidores, desprestigiar al otro, cuando estos y aquellos deberían trabajar hombro con hombro por el bien de todos.
Los peloteros acaban de dar un ejemplo tremendo. No el del Clásico Mundial, donde alguno de ellos se prestó para defender los colores del equipo de la dictadura, sino ahora, con ese abrazo en el estadio de Seattle entre todos los que tienen que ver, de una forma u otra, con Cuba. Eso es lo que me deja la jornada del derby de jonrones y con ella me quedo.