Por Jorge Sotero
La Habana.- La prioridad del gobierno cubano es convertir a la isla en un país de productores, o al menos eso dice Granma al reseñar una reunión de la Comisión Nacional de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, presidida por el primer ministro Manuel Marrero, en la que se insistió en la transformación de los sistemas alimentarios.
Según el libelo del Partido Comunista, “aún no se comprende la urgencia de que no quede un patio, una parcela o un pedazo de tierra sin sembrar”, como supuestamente analizaron en una reunión de la misma comisión anteriormente.
La estrategia es la misma: una reunión para pedir que todo el que pueda siembre algo, en el pedazo de tierra que tenga a su disposición, pero las grandes extensiones, las mejores tierras del país, las únicas que verdaderamente pueden resolver el problema de los alimentos, que es grave en Cuba, permanecerán ociosas, porque el gobierno no tiene estrategias ni recursos para hacerlas producir.
En el encuentro también participó Salvador Valdés Mesa, el vicepresidente ‘reelecto’ hace poco y cuya única función es garantizar la comida de los cubanos, se habló, como siempre, de lo que hay que hacer, pero la nota no dice de la venta de maquinaria, semillas, fertilizantes o pesticidas para que todo el que quiera producir, lo haga.
Solo se habla en estas reuniones, y los cubanos saben bien que en Cuba todo se resuelve con reuniones, por eso solo aparece comida después en Granma o en el Noticiero de Televisión.
Los dirigentes que estuvieron presentes, la mayoría de ellos sin conocimiento alguno de economía ni de los campos, y mucho menos de la producción de alimentos, tenían que señalar a un culpable para la profunda escasez que padece el país y apuntaron al de siempre: el bloqueo.
“Precisamente, el jefe de Gobierno señaló que , ante las restricciones financieras que enfrenta el país, los impactos del cambio climático y la crisis alimentaria global”, es necesario producir, según Marrero, quien olvida que Cuba le abrió las patas a los rusos, grandes productores de tractores, de fertilizantes -productos que no tienen a dónde exportarlos por las sanciones por la invasión a Ucrania- además de granos, que la isla caribeña podía adquirir a pesar de el bloqueo que supuestamente limita sus producciones.
De la reunión vale la pena prestarle atención a unas palabras del viceministro de Economía, Roberto Pérez Pérez, quien aclaró que “la importación de alimentos ya no puede determinarse por la demanda, como se hacía hace cuatro o cinco años, sino por las posibilidades financieras del país, las cuales demuestran que este año no se podrá cumplir lo que está en el plan de importaciones. Además, las producciones nacionales de arroz, frijoles, maíz, carne de cerdo, que han constituido fuente del balance de alimentos durante años, entre otros, tienen muy bajos rendimientos, niveles de producción muy reducidos y costos financieros muy elevados».
No hay que ser un erudito para darse cuenta de que en 2023 el hambre aumentará, pero no el hambre de todos, sino de aquellos que no tienen acceso a los alimentos porque viven en la pobreza, con salarios que no alcanzan ni para vivir una semana al mes. Para otros, los dirigentes, los militarotes y las familias de todos ellos, la vida va bien y Cuba también.
De la reunión, solo sé por la reseña de Granma de la reunión, pero no es difícil imaginarse a un grupo grande barrigones hablando y haciendo apuntes en una agenda. Algunos hasta vierten ideas que se les han acabado de ocurrir, porque al final, cuando salen de allí, todo lo que dijeron, las propuestas, se les olvidan y regresan a sus sitios de origen en Guantánamo, Camagüey, Sancti Spíritus o Artemisa a continuar su vida placentera.
Granma no cambia, el gobierno tampoco y el país menos. En unos meses volverá a hablarse de lo mismo, de la necesidad de producir en los municipios, de sembrar cada hectárea disponible, algo de lo cual escucho y leo desde mucho antes de que el barrigón de Manuel Marrero tuviera ideas de ser primer ministro, incluso ministro. Porque en Cuba todo sigue igual, y la muestra más fehaciente es Granma.
Por cierto, uno de los subtítulos de la referida nota en Granma es casi una ‘genialidad’: “Aprender haciendo con resultados”. Vaya que es casi imposible conseguir una frase tan rotundamente fea, por más que uno se lo proponga.