Por Nelson De La Rosa Rodríguez
Santo Domingo.- Aquel juego lo vi, si así se puede decir, hospitalizado en el puesto médico de la entonces Escuela de Cadetes “Carlos Roloff”, en las afueras de La Habana, donde recién comenzaba mi Servicio Militar Obligatorio correspondiente al llamado 25 y medio. Nunca imaginé que aquello se convertiría en la historia que te comparto hoy.
Cuando en la tarde de 2017 tuve el privilegio de compartir con el expelotero cubano Luis Giraldo Casanova Castillo, escuché en la voz del protagonista las interioridades de algunas de las anécdotas, que ya conocía, pero nunca directamente de “El Señor Pelotero”.
En una emisión anterior te conté lo que me dijo de aquella vez que el manager José Miguel Pineda lo mandó a su casa, luego de conectar un jonrón, para que el público aprendiera a respectar a los grandes. Hoy quiero referirme a aquella jugada que cambió la historia del Campeonato Mundial de Béisbol disputado en Italia en 1988.
Era el 7 de septiembre, la señal de TV no llegaba bien y para ver el juego tuvimos que improvisar como antena, un perchero (gancho). El colega de la Emisora COCO Pedro Carrillo, hospitalizado allí, con una pierna inmovilizada, no me dejará mentir. Por aquel entonces, ni él ni yo imaginábamos que años después seríamos narradores de Béisbol.
Aquel equipo estadunidense, formado por jugadores universitarios con 21 años como promedio de edad, y para mí el mejor de ese nivel contra el que compitieron las experimentadas escuadras cubanas, llegó al final del noveno inning con ventaja de 3 carreras por 1. Jim Abbot fue el abridor y se mantuvo hasta ese capítulo que se inició, con la jugada que lo cambió todo.
Luis Giraldo Casanova abrió la entrada con un rolling duro por tercera base. El antesalista era “un tal Robin Ventura” que no pudo retener la bola en primera instancia, pero con un potente tiro, algo desviado al inicialista, otro “tal Tino Martínez”, parecía sacar de circulación al cubano que era tocado mientras corría en busca de la inicial.
Sin embargo, el árbitro de primera no lo vio así, y decretó safe a Casanova, no sin la consabida protesta del alto mando estadounidense. Lamentablemente entonces no había desafío al replay, como ocurre hoy.
¿Y te tocó o no, Casanova? Le pregunté aquella tarde en Güines.
El Capirro sonríe y me dice:
– “Lo que pasó lo saben solo dos personas, Tino Martínez y yo. El, protesta la jugada porque yo le doy en la mano intentando tumbarle la pelota, pero ciertamente eso no ve muy claro ni en la cámara lenta, y el árbitro lo que ve, es que él me va a tocar y ya yo había pasado. Si fui out, nadie lo vio”.
Y esa fue la jugada que lo cambió todo. Luego vino Lourdes Gurriel, que en 3-1 disparó jonrón por el left field y empató el juego. Abbot salió del montículo y entró el derecho Andy Benes y parecía ponchar a Orestes Kindelán, pero el catcher Doug Robbins no pudo retener la pelota y al final el santiaguero le dio hit al izquierdo para poner en primera la posibilidad de la victoria sin out.
Juan Padilla entró a correr por Kindelán, Pedro Luis Rodríguez convirtió en hit un toque de bola con la intención de sacrificio y, luego de otro toque de Ermidelio Urrutia, los corredores avanzaron. Entonces le dieron el boleto intencional a Víctor Mesa y la escena quedó lista para el hit de Lázaro Vargas al jardín derecho, que impulsó a Padilla con la de la victoria 4 carreras por 3. Pero aquella jugada con Casanova lo cambió todo.
Si hubiera sido out, quizás Cuba tuviera un Campeonato Mundial menos y aquel equipo estadounidense, que luego se convirtió en Campeón Olímpico en Seúl (donde Cuba no estuvo), hubiera redondeado una temporada de ensueño.
Pero así es el Beisbol y así me lo contó Luis Giraldo Casanova aquella tarde, el hombre que fue decretado “safe” en primera base, abriendo el inning.