Por Nelson de la Rosa Rodríguez
Santo Domingo.- En 1972 sonaba en muchos lugares “Smoke On the Water” de Deep Purple, en tanto Camilo Sesto estrenaba “Fresa Salvaje” y los Fórmula V sus “Vacaciones de Verano”.
En ese contexto la ciudad de Múnich, en la entonces República Federal Alemana era sede de los Juegos Olímpicos donde Estados Unidos y la entonces Unión Soviética discutieron la medalla de oro en el Baloncesto masculino.
Lo que pasó es considerado por los historiadores como “el robo del siglo” o “la mayor sorpresa del siglo”, según del lado en que se mire.
Era el 9 de septiembre de 1972 y para alcanzar una mayor audiencia en América los organizadores accedieron a comenzar el partido a las 11.45 de la noche, hora de Múnich.
Aunque por historia olímpica la selección norteamericana era favorita, pues nunca había perdido un partido en esos certámenes, lo cierto es que aquellos jugadores universitarios llegaron a Alemania acumulando sólo siete partidos internacionales entre sus cinco jugadores titulares, mientras los soviéticos archivaban una cifra extremadamente superior en el cuatrienio.
La historia recoge que, faltando 3 segundos, y con reloj parado para el cobro de una falta, Estados Unidos se había puesto 1 punto por delante, 50×49, con dos tiros libres anotados por Doug Collins. Entonces la URSS tenía que anotar su último ataque y no lo consiguió.
Los estadounidenses comenzaron a celebrar, pero los árbitros hicieron repetir el saque a los soviéticos porque, supuestamente, su entrenador Vladimir Kondrashin había pedido tiempo muerto entre el primer tiro libre y el segundo (como era reglamentado) y los jueces no lo escucharon.
La acción se repite y la URSS tampoco anota y Estados Unidos vuelve a festejar, pero los jueces nuevamente hacen retroceder la jugada, luego de que el Presidente de la FIBA, el británico Renato William Jones, lo indicara, alegando un problema de la mesa con el reloj de tiempo, que en vez de 3 segundos reflejaba 53.
La intervención de Jones no estaba contemplada en ningún reglamento, pues son los árbitros y los cronometradores quienes debían tomar esa decisión libremente. Sin embargo, la palabra de Jones se impuso y, tras discusiones enardecidas y un intento de retirada de Estados Unidos, se pudo reanudar la final.
Y como a la tercera va la vencida, en la reanudación, La URSS eligió hacer un saque en largo. El pase de Ivan Edeshko llegó hasta la misma zona de anotación norteamericana donde estaban Alexander Belov y dos jugadores estadounidenses. El balón cayó en manos de Alexander Belov, quien anotó la canasta y le dio a la Unión Soviética la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972.
Entonces, ante la protesta del equipo de Estados Unidos, se creó una comisión formada por 5 miembros que votaron para dar validez o no, a la victoria de la URSS, y dicha comisión falló 3×2 a favor del equipo soviético. Eran las 3:00 am del 10 de septiembre.
Aquella comisión, en el contexto de la guerra fría, con dos bloques internacionales muy bien definidos, había dejado muchas dudas de su legitimidad. A favor de la URSS votaron Cuba, Polonia y Hungría, mientras que a favor de EEUU lo hicieron Italia y Puerto Rico.
El enojo de los deportistas estadounidenses, por sentirse estafados, fue tal que decidieron no aparecer en la entrega de medallas. De hecho, nunca las recogieron. La foto de aquel podio solo tiene a los jugadores de la Unión Soviética en lugar más alto y a los cubanos, que en su mejor labor histórica alcanzaron las medallas de bronce.
A propósito de aquellas medallas de plata, Ken Davis, base del combinado USA, declaró lo siguiente: “He puesto en mi testamento que mi esposa y mis hijos no puedan nunca recibir la medalla de los Juegos Olímpicos de 1972”.
Se dice que aquel día el Presidente de Estados Unidos Richard Nixon dijo “Nos la han metido”, en tanto “Ahora sé que Dios existe”, fue la reacción de Leonid Brézhnev, el secretario general del Partido Comunista soviético.
Por cierto, pocas veces se ha dicho que el cronometrador de aquel partido fue un ciudadano suizo de 36 años que entonces trabajaba para la marca LONGINES y colaboraba con la organización de los Juegos, de nombre Joseph Blatter, quien 26 años después, asumió la Presidencia de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA).
Así fue la final del Baloncesto Masculino de Múnich 1972, para muchos el robo, para otros, la sorpresa deportiva del siglo 20. Yo soy Nelson de la Rosa y regreso, en otro momento.