(Tomado del muro de Facebook de Jorge Fernández Era)
Caricatura de @Wimar Verdecia Fuente
La Habana.- La gente no acaba de entender. Mira que nuestros dirigentes hacen por mejorar las cosas, y los ciudadanos, tozudos que somos, no nos ponemos como ellos para echar palante con el impulso que trajo desde Europa el presidente.
Los cajeros automáticos de la Esquina de Toyo, por ejemplo, llevan días sin funcionar, y en el banco de la Calzada de Diez de Octubre hace cuatro que solo atienden a jubilados. Uno, lejos de entender que el dinero no regresa a las instituciones bancarias porque circula y recircula en manos de individuos sin escrúpulos que se enriquecen a costa de nuestros bolsillos, la emprende contra un Estado que si te da solo billetes de a diez y de a cinco es para que te creas que posees un montón de dinero. Y nos quejamos por no cavilar en que hasta la moneda, para bien, está presta a desaparecer como todo lo demás, tal y como se predijo en los años sesenta, justo cuando soñábamos con que la victoria era para siempre.
Los intelectuales se ponen como se ponen. Ahora, por cualquier bobería, les ha dado por redactar declaraciones. Con todo el trabajo que tienen el del tumbaíto de celulares, el ideológico del PCC y la viceprimera ministra que nos atiende, tuvieron que reunirse con los cineastas a la sombra de Chaplin —quien dijo un día: «A fin de cuentas, todo es un chiste»—, a discutir nimiedades. Cosa insulsa lo que allí expresaron los creadores como para que el Noticiero no le haya hecho swing, sabiendo que existe ya una Ley de Comunicación Social que «protege los derechos de las personas a la información y la comunicación». Para qué ponerlo en la televisión si los seis millones de cubanos que tenemos acceso a Internet leímos la nota del Mincult que expresa que la reunión de 23 entre 10 y 12 «transcurrió en un clima franco, constructivo y de respeto mutuo, como caracteriza a la política cultural de la Revolución».
Hoy, para seguir con los cuentos que leí en la «manipuladora y subversiva» peña que —según el constructivo, franco y respetuoso criterio de los que manejan en La Casona del Cerro la política cultural de la Revolución— realizamos Laide, Visti Cárdenas y yo el 20 de mayo pasado, traigo a mi sección dominical un cuento que habla del periodismo de la Isla, y que me celebró mi querido profesor Guillermo Cabrera Álvarez —el mismo de La Tecla del Duende— cuando me cogió escribiéndolo en uno de sus turnos de clase de mi segundo año en la entonces facultad de G entre 21 y 23, hace casi cuarenta años. Fue incluido en mi primer libro: «Cincuenta cuentos de nuestro Era». Hoy parece el texto viejo que es cuando se colige que, en materia de comunicación, las cosas comienzan a cambiar, pues los chamas expresan ante las cámaras criterios mucho más maduros, combativos y enaltecedores que los que expresábamos nosotros. Para ilustrarlo, además de la caricatura de Wimar, reproduzco un dibujo de mi hermano Sergio del año 1968, cuando cursaba su segundo grado de la primaria. Siempre aparecerá quien diga que en nuestros sistema educativo y medios de difusión masiva hay adoctrinamiento.
LA NIÑA Y EL PERIÓDICO
La niña llega a casa muy contenta porque un periodista la entrevistó a la salida de la escuela. La mamá, más contenta todavía, compra el periódico al día siguiente y busca la primera página:
El pueblo opina
Ana María Valdivieso, alumna de cuarto grado: «Al analizar las profundas raíces en que se sustentan los problemas acaecidos en este proceso revolucionario, tenemos el supremo deber de sintetizar en el subconsciente lo que fluye y emana de los valores propios de la masa, avivando la eterna llama de nuestras convicciones».
Por mucho que la mamá dice que sí, que era ella, la niña busca todos los días el periódico para ver si alguna vez, por fin, salen publicadas las palabras que aquella tarde, a la salida de la escuela, dijo al periodista.