Por Anette Espinosa
La Habana.- Los feminicidios en Cuba siguen disparados. Con el último caso, el de una mujer asesinada por su expareja en Zulueta, municipio villaclareño de Remedios, la cifra confirmada subió a 40 sin que aún hayamos llegado a la mitad del año. Y se habla de otros casos similares, pero sin datos exactos, por lo cual no están incluidos en ese cálculo.
La cantidad es alarmante, una locura total, algo sin precedentes en la historia del país. Y lo peor de todo es que las autoridades se hacen de la vista gorda, no dicen nada, no se pronuncian, no hay políticas gubernamentales para ponerle coto, y los medios de prensa oficialistas le siguen la rima.
Cada vez que me entero, por las redes sociales o los medios independientes, de la muerte de otra mujer, siento una impotencia enorme, y me dan deseos de salir a la calle, gritar, exigir, reclamar, acusar a la policía, al gobierno en todas sus instancias, a la Federación de Mujeres Cubanas, una organización totalmente estéril, al servicio del castrismo e incapaz de hacer algo más que no sea convocar a marchas y cobrar dinero.
Lo que ocurre con las mujeres en Cuba merece un estudio y determinaciones urgentes del gobierno. Ahora mismo pienso en la habilitación de una línea telefónica de emergencia, atendida las 24 horas por personas con capacidad para maniobrar y mover fuerzas a los lugares desde donde alguien reclame ayuda o auxilio.
No pueden ser los números actuales de la policía o de los bomberos, que la mayor parte de las veces no responden, y si lo hacen te llenan de preguntas antes de ordenar el movimiento de un carro de auxilio o una patrulla. En esas terminales telefónicas se necesitan personas inteligentes, capaces de captar el peligro en cualquier señal, y con posibilidades de ubicar desde donde proviene la llamada de auxilio.
Se necesitan fuerzas especializadas, agentes con vocación, programas instructivos en los cuales se les oriente a las mujeres cómo denunciar, cómo actuar en caso de una agresión o de indicios de serlo, pero la televisión cubana, llena de enlatados de importación y de programas aburridos, no dedica espacios a orientar sobre el tema.
En el aumento de los casos tiene que ver la crisis que atraviesa el país, la más grande y extensa de toda su historia desde que Cristóbal Colón puso un pie en la isla en el ya lejano 1492. La tensa situación que atraviesan las familias no ayuda en nada. Los divorcios, a veces con por cientos más altos que los matrimonios en muchos municipios, familias disfuncionales, madres con hijos de tres y cuatro padres diferentes, tampoco ayudan, pero no pueden ser condicionantes jamás.
Por ahora, todos esperamos que el gobierno se pronuncie, aunque en la población, desinformada como siempre, no hay alarma aún. Una buena parte no tiene internet o no tiene acceso a quienes informan sobre estos temas, y solo se enteran de los casos duros de verdad, como el asesinato múltiple en Matanzas, donde una familia completa fue macheteada para robarle, o de los dos jóvenes de San Germán, Holguín, que se suicidaron al lanzarse delante de un tren, en una acción también inexplicable, y propia de personas ahogadas por las circunstancias.
Los que seguimos estos casos de cerca, estamos convencidos de que el gobierno no tiene estrategias, no trabaja en ninguna ley para evitar los feminicidios, y no le importa en lo absoluto. Para el castrismo y sus adláteres lo que verdaderamente prima es que nadie salga a protestar, que no pinten las fachadas con letreros que puedan ser lesivos a sus líderes o al proceso mismo, y nada más.
Si la gente muere por falta de alimentos o medicinas, o si las mujeres son asesinadas por decenas, no les importa. Porque si les importara de verdad, algo hubieran hecho.