Mientes, Díaz Canel, siempre mientes

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Por Anette Espinosa

La Habana.- La Habana, capital de un país donde más del 90 por ciento de sus habitantes pasa necesidades extremas, acoge una Convención Científica Internacional y su presidente, el ‘célebre’ Miguel Díaz Canel ofrece una conferencia magistral para mostrarle al mundo todo lo que puede hacer la ciencia. Por lo menos eso es lo que dice Granma.

Desde el titular “Díaz Canel: ‘hemos aprendido que la ciencia y la innovación tienen respuesta para todo”, al lector le dan deseos de preguntarle por qué, si es tan capaz la ciencia cubana, no han resuelto ni uno de los problemas que vive el país, y ahí podría enumerar muchos, aunque los vigentes, los más acuciantes, serían los alimentos, las medicinas o los apagones.

Según el libelo del gobierno, el mandatario, recién impuesto para otros cinco años al frente de Cuba, “la integración de la universidad con los actores económicos de la sociedad en la búsqueda de soluciones y en la creación de proyectos que aporten al desarrollo del país como parte de las líneas de trabajo del Sistema de gestión del Gobierno, estuvo entre las principales temáticas impartidas por Miguel Díaz Canel”, en su conferencia magistral, dictada en el cine Yara.

El mandatario dijo que se trata de cómo interconectar y fortalecer la investigación científica, teniendo en cuenta los grandes desafíos que enfrenta el país. Pero de esos desafíos nos hablan desde hace muchos años y no se ve por ninguna parte que la ciencia haya resuelto nada, porque no hay carne, leche, granos, aceites, medicamentos, y la vacuna creada para combatir el covid genera aún muchas dudas. Pero ese es un tema sobre el cual hablaré en otro momento.

Los presentes, imagino, deben haberse quedados perplejos con la disertación del jefe de Estado, aunque alguno se habrá dado cuenta de su escasa locuacidad, de su pésima dicción, de lo mal que lee.

Incluso, si los extranjeros presentes no pasaron antes por algún barrio habanero y fueron directo del aeropuerto al hotel y de este al cine, deben haberse impresionado por la supuesta capacidad de Cuba para vincular la ciencia a la gestión gubernamental, todo con la intención de tener un pueblo saludable, un país limpio y organizado, donde realizar cualquier gestión sería sumamente fácil.

Pero si esos visitantes foráneos, a los cuales algo debieron ofrecerle para que estuvieran en la convención, solo miraron por la ventanilla de los vehículos que los transportaron a La Habana, deben haberse dado cuenta que lo que dijo el impuesto gobernante constituye una mentira total y flagrante, porque Cuba es un país empobrecido en todas sus aristas.

La pobreza se le nota en la cara a las personas. Lo mismo al profesor universitario que al médico, al deportista o al barrendero, al que trabajo en una cafetería y al que maneja un taxi, pero es palpable, sobre todo, en los niños y los ancianos. Los más pequeños van a las escuelas con sus caras tristes, a veces medio sucias, con zapatos viejos y rotos. Y los ancianos agotan sus últimos años con la esperanza de un cambio que temen que no llegue jamás, y se les nota en el cabello sin arreglar, la cara patilluda en los hombres, las ropas sucias y con mal olor, el calzado en mal estado, la cara triste.

Y luego viene este señor, que vive en una super mansión, que no tiene problemas, ni tampoco su familia, y se pone a hablar esas tonterías de que la ciencia lo puede resolver todo. Si es así, porqué no acaba de resolver de una vez los problemas del país, que no son, ni por mucho, esos que he mencionado. Porque en Cuba no hay nada -repito, nada- que permita llevar una vida placentera, digna, acorde a los patrones del resto del mundo. Y lo digo sin pensar en la opulencia de los países del primer mundo.

Me refiero a encontrar la comida adecuada, los medicamentos necesarios, una atención médica de calidad, escuelas y maestros que permitan a los niños y los jóvenes aprender. A un país donde se pueda encontrar lo necesario para lavar, para reparar la casa o comprar o alquilar una, donde haya transporte o combustible, donde la telefonía funcione, sin apagones, donde en los hogares haya con qué y qué cocinar. En fin, donde la vida no sea una odisea desde el amanecer hasta el siguiente día.

Díaz Canel no da pie con bola. Sus palabras, en cualquier lugar, se prestan siempre para la burla, para los cuestionamientos, para los memes. Es un incapaz y la situación lo sobrepasa en todo momento. No tiene capacidad para regir los destinos de un país, y cuando eso ocurre, las naciones tienen el derecho y la obligación de expulsar del poder a este tipo de fantoches.

Porque el incapaz no es solo él, sino todo el séquito escogido para acompañarlo en su gestión. A mí, lo juro, me da pena ajena leer esas cosas en la prensa, porque no me las creo, como no lo haría nadie con dos dedos de frente. Aunque la estrategia está bien trazada: quieren que el mundo crea que Cuba es un paraíso, donde no hay necesidad alguna y con los científicos volcados, todo el tiempo, a resolver los problemas de la población. Mentira.

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