¿Por qué Gabriel Boric no habla de Cuba?

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Camilo Ernesto González Machado.- Una de las preguntas más recurrentes que tienen los cubanos de todos los colores políticos en redes sociales, es sobre la ambivalente y tibia posición del presidente Gabriel Boric sobre Cuba. Puede que algunos estén convencidos de sus simpatías con Lula, Petro o Fernández; y otros con Maduro, Chávez o Fidel, pero todos coinciden en algo, Boric no habla lo suficientemente fuerte sobre Cuba.

En la cumbre de la CELAC, Cuba fue la gran ausente de su discurso. Si bien con anterioridad a la magna cita sus espurias declaraciones tenían el brillo de colocar en una misma oración a Cuba, Venezuela, Nicaragua y a los derechos humanos, superadas las impresiones iniciales de desmarcamiento de la izquierda dura y tradicional, en sus última declaraciones ha llamado particularmente la atención la ausencia de las violaciones de derechos humanos en la isla y la emergencia de un discurso más cercano a la izquierda tradicional enquistada con el uso retórico del “bloqueo” estadounidense hacia la isla.

No parece extraño que esto ocurra justo cuando ha habido acercamientos importantes con gobiernos de izquierda en la región como México, Argentina y recientemente con Brasil. Pero llama particularmente la atención que Boric evite condenar a Cuba con la misma sistematicidad con la que lo hace con Nicaragua, siendo la primera una dictadura más longeva y estructurada que la segunda.

Hay que reconocer que, de la izquierda latinoamericana en el poder, Boric es el único que ha reconocido oficialmente que Nicaragua, Venezuela y Cuba son dictaduras.

Y no es un misterio para nadie que los cubanos se sienten traicionados por la izquierda internacional, por esa que solo viene a la isla a disfrutar de sus playas, sus hoteles y a tuitear sobre un paraíso romántico al que no renunciarían sus derechos para ir a vivir. Esa misma izquierda que usando la misma retórica de la dictadura ahoga con deshumanización todo justo reclamo por libertades y derechos, y que justifica en el bloqueo económico las violaciones de derechos humanos, las políticas opresivas y las pérdidas de libertades. Y que una vez en el poder decide romantizar su realidad.

Pero a pesar de eso, la voz de Boric, medianamente crítica, resulta controversial y no del todo convincente para los cubanos.

Creo que esto se debe a que los cubanos perciben que la retórica de Boric va de la mano con una construcción romántica de un concepto de Cuba, sustentada y heredera de la épica de la izquierda tradicional latinoamericana, esa que cree que Cuba sería un paraíso de igualdad si los Estados Unidos no la “oprimiera” y donde las violaciones de los derechos humanos son un mal necesario para sostener “las conquistas de la Revolución”. Aludir al bloqueo es en cierta medida un gesto conciliador con la izquierda tradicional latinoamericana, que ven en Cuba un ejemplo de resistencia.

Cuba significa dos cosas esenciales para Gabriel Boric, una mítica incómoda que enamora a algunos partidarios de su coalición, que le obliga a condicionar su uso retórico y un punto de distinción, y es punto de desmarque que le permite sostenerse progresista y liberal. Cuba es la cabeza de Juno que le permite a Gabriel Boric encantar al mundo liberal y sostener su posición en la izquierda más iliberal. Aunque esto valga usarse del silenciamiento.

Dado que el concepto de Cuba para Gabriel Boric es un concepto condicionado e instrumental (silenciado o amplificado de acuerdo a las circunstancias), por una parte, condenar la violación de derechos humanos en la isla también va a ser con criterios de condicionamientos.

Tal parece que desde la posición del presidente, “el bloqueo” de Estados Unidos a la Isla es equiparables como las violaciones de derechos humanos en Nicaragua, al menos como agenda política, y así lo dejó claro en junio del año pasado en la cumbre de las Américas cuando expresó: “Sería distinto sostener en un foro como este la urgente necesidad de los presos políticos en Nicaragua o la importancia moral y práctica de terminar con el injusto e inaceptable bloqueo de Estados Unidos al pueblo de Cuba. Esas cosas son necesarias decirlas a la cara».

Es decir, en el plano moral del presidente ambos temas no solo son urgentes y necesarios, también son equiparables. A los cubanos les preocupa seriamente la sola idea de colocar al mismo nivel “moral” hablar de los presos políticos de “Nicaragua” y el “bloqueo” económico de EUA a Cuba, silenciado la exclusión, la represión y el atropello que el régimen hace con sus ciudadanos ¿son moralmente equiparables? Siendo que la retórica del bloqueo ha sido la justificación más utilizada por el gobierno cubano y la izquierda latinoamericana en general para justificar violaciones de derechos humanos y las consecuencias inaceptables de todas sus políticas y paquetazos económicos.

Y, por último, las condenas a las violaciones de derechos humanos dan la impresión de ser solo de valor instrumental. Los cubanos están cansados de ser agenda política y electoral sin un efecto práctico y real en sus vidas cotidianas.

Ahora en la reciente Cumbre de la CELAC sorprende que ni siquiera Cuba es mentada, y aunque se puede entender que hay un intento de desprenderse de la retórica populista de la derecha latinoamericana que utiliza a Cuba, Nicaragua y Venezuela para ahogar todos sus penas, no escapa tampoco de la trasnochada retórica de la izquierda tradicional latinoamericana de posicionar “el bloqueo” estadounidense como la causa de todos los males de la isla y la fuente de la pobreza de su gente.

Ni una sola palabra para la dictadura, ni una sola mención a sus política de exclusión. Y sorprende más la ausencia de Cuba en su discurso cuando este estuvo centrado en la democracia y los derechos humanos, y llama a no relativizarlos. “Los derechos humanos son avances civilizatorios que deben ser respetados independientes del color político de quien gobierna y su vulneración debe ser condenada sin importar sí quien las vulnera es de mi color político o de otro», afirmó.

Sorprende que incluso hace mención directa a la necesidad de elecciones “libres, periódicas y genuinas mediante el sufragio universal”, en Venezuela, incluso reitera la necesidad de “elecciones libres, justas y transparentes con supervisión internacional para 2024” y un llamado a su inclusión en foros multilaterales para atender temas urgentes y no lo haga con Cuba, cuyas últimas elecciones con estas características fueron en 1944.

Sorprende y aterra que su única mención a Cuba es indirectamente, pasajera, instrumental, solo para cuestionar el “ignominioso bloqueo de Estados Unidos a Cuba y más recientemente a Venezuela”, y hace un llamado a la no exclusión de estas. A la más fiel fórmula de complicidad de los gobiernos latinoamericanos de la región.

Esperemos que a pesar de todo el silenciamiento de Cuba en la voz de Gabriel Boric no termine siendo el silencio cómplice de una izquierda latinoamericana que pierde el corazón de los cubanos. Una izquierda que sacrifica y silencia a los cubanos a la más burda de las calamidades para no asesinar sus sueños.

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