Por Jorge Sotero
La Habana.- Hace dos días vi la foto que encabeza ese artículo en Granma y quedé anonadado. Un gordo que nunca ha trabajado en el campo, o que lo hizo hace mucho tiempo y que ahora es un dirigente de orilla, entrega un diploma a otro personaje rollizo, que tiene cara de todo menos de campesino. Y lo hace para homenajear a los hombres de campo.
La foto no puede ser más contraproducente. Hay campesinos pasados de libras, pero son los menos, porque el que trabaja duro la tierra desde antes de amanecer hasta después que cae la noche no tiene tiempo para engordar. Ese es un esclavo del campo y no puede ni dormir tranquilo, por temor al que aprovecha las sombras y la tranquilidad para robarle lo sembrado o el ganado.
El campesino en Cuba es un esclavo del trabajo, lo más parecido a un siervo de la época feudal, que tiene que trabajar duro para subsistir, y no tiene libertad ni para vender sus producciones a quien quiera, porque puede hacerlo solo al dueño de todo, que es el Estado, y a veces demora meses y años para cobrar.
Los hombres del campo no tienen ni la libertad para disponer de su ganado. Y no tienen dónde adquirir machetes, limas, sogas yugos, gomas para tractores o combustibles con los cuales producir. Tampoco pueden acceder a abonos ni otros productos químicos para garantizar sus producciones. Y encima de eso viven con una espada de Damocles colgando sobre sus cabezas, porque son habituales las amenazas de quitarles las tierras si no cumplen sus planes.
Hay algunos campesinos, aquellos a los que el gobierno privilegió por años, en Artemisa, Mayabeque y Matanzas, que tienen otras condiciones, porque sus tierras son extraordinariamente ricas y han tenido siempre el respaldo y el subsidio del gobierno comunista de La Habana.
El resto son unos muertos de hambre, la mayoría de los cuales abogó siempre porque sus hijos estudiaran y no siguieran sus pasos. Esos viven a medias con la ilegalidad, porque para ellos casi todo va contra la ley, desde vender leche hasta hacer queso.
Y ahora se aparece Granma con la foto de dos personas de pulcra guayabera y sombrero elegante, entregándose un cuadro por cualquiera sabe qué, como homenaje al campesino. Y esos ni representan al obrero del campo en Cuba, ni al dueño de las tierras, ni a sus familias.
Los de la foto, y no sé quiénes son, son dos acomodados de esos que les hacen el juego a la dictadura, que van siempre a apoyar al régimen, que dicen sí a lo que diga el Partido Comunista contra el que verdaderamente trabaja la tierra.
El libelo del gobierno castrista se equivoca todos los días, porque los que trabajan allí, o los que lo dirigen, no tienen la más mínima idea de lo que es el campo, la vida del campesino, las necesidades que pasa, lo que le cuesta, incluso, encontrar un sombrero, y ni hablar de guayaberas.
Así es Cuba, tal cual lo refleja Granma, una mentira total, donde los barrigas llenas manipulan todo a su manera, para hacerle creer al mundo que todo va bien, cuando los cubanos saben que es al revés, que todo está mal. Muy mal.