Censuras, cancelaciones, boicots y mentiras

ARCHIVOSCensuras, cancelaciones, boicots y mentiras
(Tomado del muro de Facebook de Rosa Marquetti)
La Habana.- Quienes me leen saben que siempre he estado en contra de la censura, el boicot (que no es lo mismo) y la estigmatización del arte por razones de preferencias políticas. Y aunque pensé en este caso permanecer callada, la nefasta conferencia de prensa del Instituto Cubano de la Música en torno a los sucesos y cancelaciones en la gira de Buenafe, me hizo repensarlo. La presidenta del Instituto Cubano de la Música y el director de comunicación del Ministerio de Cultura han ubicado, “as usually”, la culpa de todo en la capacidad financiera de ciertas instituciones foráneas, ignorando la creciente polarización de la sociedad cubana dentro y fuera de la isla en la misma medida en que ha arreciado la restricción o anulación de las libertades y el aumento de acciones represivas. Ellos conocen las causas, y como no son tan jóvenes no deberían desconocer los antecedentes de todo esto. Ellos saben que lo que estamos viviendo sólo reedita algo que ya existió antes: censuras, cancelaciones, boicots y mentiras, muchas mentiras de uno y otro lado.
No tengan dudas que aquellas aguas de hace décadas, trajeron estos lodos: la ley 989 del 5 de diciembre de 1961 denominada “Medidas a tomar sobre los muebles o inmuebles, o de cualquier otra clase de valores, etc de quienes abandonen con imperdonable desdén el territorio nacional” (sí`, con ese título tan largo y ridículo) estableció el permiso de entrada y salida del país y dio al Ministerio del Interior la facultad de decidir quiénes podían entrar y salir del país y quiénes no, además de establecer la palabra “traidor” para quienes no regresaran al país en tiempo establecido y decidieran permanecer en el exterior. Pocos conocen que esta ley exisitió y que estuvo vigente hasta 2013 y que en virtud de ella, se le prohibió la entrada de regreso a su país y se les censuró suprimiendo cualquier tipo de referencia en los medios a sus nombres, a su música, a sus textos, a artistas e intelectuales enormes dentro de la cultura cubana como Celia Cruz, Bebo Valdés, Israel López “Cachao”, Guillermo Cabrera Infante, Olga Guillot y muchísimos otros.
La censura como instrumento gubernamental recurrente de presión y expresión se instauró después de 1959. Antes, se cuentan con los dedos de una mano los casos de músicos que tuvieron que abandonar el país y/o que sus obras fueron prohibidas por razones políticas: en el siglo XIX, Lico Jiménez, José White e Ignacio Cervantes, grandes compositores que transmutaron su nostalgia y patriotismo en obras que hoy aún perduran (Rapsodias cubanas, La bella cubana, Adios a Cuba, respectivamente). En el siglo XX solo encuentro el caso de Eliseo Grenet, quien a inicios de los años 30 recibió el “consejo” de alejarse de Cuba ante el disgusto que su canción Lamento cubano ocasionó al tirano Gerardo Machado.
Durante el siglo XX todo artista compuso y cantó lo que quiso, hasta que la lealtad política a la revolución cubana se convirtió en un parámetro espurio para medir calidades creativas y artísticas, reduciendo el libre albedrío e inaugurando una era donde se hicieron presentes entre músicos y artistas la simulación y la falta de autenticidad en pos de determinados beneficios. Priorizar la lealtad política por encima de las calidades musicales y artísticas, y la aplicación de la censura y el descrédito como construcción mentirosa en función del disenso, han sido prácticas que se iniciaron muy temprano con el triunfo de la revolución cubana y que ha traído estos lodos en los que nos encontramos empantanados y atropellados hoy. Negar esto, no reconocerlo, es inútil.
Dicho esto, es evidente la precariedad de los argumentos esgrimidos por los protagonistas de esa reunión con la prensa. La presidenta del Instituto Cubano de la Música no puede ignorar la historia y desde una posición autovictimizante culpar únicamente al financiamiento foráneo y su capacidad para organizar boictos y movilizar activismos, en momentos en que, además, hay muchas otras razones para disentir, para criticar, para no estar de acuerdo con la política del gobierno cubano, y expresarlo, sobre todo cuando se está en un país donde el ejercicio del criterio no es un delito.
Hay un sedimento cruel y perverso que varias generaciones aprendieron y aprehendieron a partir del ejercicio gubernamental de la censura y la cancelación, la fabricación de falsos expedientes, la subvaloración y hasta la desaparición de grandes creadores de la historia oficial de nuestra música y nuestra cultura por el solo hecho de no exhibir simpatías hacia el gobierno.
Es tanto el daño que hemos recibido a lo largo de décadas que a estas alturas parece imposible que todos y cada uno podamos ocultar el represor, el censor, el boicoteador, el intransigente que llevamos dentro. La gravedad de lo que estamos viviendo no puede simplificarse a hablar solo de quién pone el dinero.
En todo caso, el dinero circula y se hace efectivo en un lado y también en el otro, por razones obvias. La cosa no es tan simple ya a estas alturas, cuando se acumulan agravios, irrespetos, acusaciones falsas, como mismo se acumulan jóvenes deportados, jóvenes queriendo abandonar la isla a toda costa, jóvenes en las cárceles por el único hecho de pensar diferente y decirlo. La cosa no es tan simple, cuando ni siquiera el gobierno cubano está dispuesto a garantizar el cumplimiento estricto de las prerrogativas constitucionales sobre la libre expresión y el derecho de manifestación. La cosa no es tan simple cuando el ejercicio sistemático de la mentira llega a niveles tales que se vuelven instrumento de política en un sistema que dice “lucha por la justicia social” y no pasa de ser carne de memes, por su inconcebible y sangrante desapego de la realidad.
Los extremismos apelan a los mismos métodos, da igual si son de izquierdas o de derechas. Y asombra ver cómo en ambos extremos la autovictimización parece ser el arma preferida. Y la segunda, la exclusión. La Presidenta del Instituto Cubano de la Música se refirió a la creación musical cubana como si fuera prerrogativa única y exclusiva de los músicos que habitan nuestro archipiélago. Con todo respeto, se equivoca usted con esa costumbre malsana y políticamente peligrosa por inoperante, de ignorar a la diáspora cubana (o mencionarla sólo cuando se vuelve un elemento utilitario), y su enorme y creciente contribución a nuestra cultura, a nuestro arte, y en particular a nuestra música, con una calidad y sentido de pertenencia incuestionables. Debe revisar los entornos de coherencia, porque peligra su ya cuestionable credibilidad, como ha sido el caso.
Y sí, estoy contra la censura y boicot a Van Van, Buena Fe, Haila, Alexander Abreu, pero también y primero que todo estoy contra la censura y el agravio que por más de 60 años mantienen, con dramáticas consecuencias en sus vidas, sobre Celia Cruz y su memoria, contra Bebo Valdés, Cachao, Olga Guillot, Meme Solís, Zenaida Manfugás, Ivette Hernández, Willy Chirino, y todos los que con su música han sido prohibidos durante décadas en Cuba por expresar su desacuerdo con el gobierno cubano (que insisto, no es sinónimo de “patria” o de “nación”) y muchos de los cuales murieron sin ser reivindicados. No es posible pedir equidad, justicia y reparación únicamente para Buenafe. No es ni posible ni siquiera decente mientras no se haga por todos los agraviados y dañados a lo largo de esta historia iniciada en 1959.

Check out our other content

Check out other tags:

Most Popular Articles

Verified by MonsterInsights