Por Jorge Sotero
La Habana.- Las protestas multitudinarias en el sureño municipio guantanamero de Caimanera demostraron una vez más que el régimen castrista hará hasta lo imposible por mantenerse en el poder y que no tendrá pudor alguno a la hora de mentir y golpear.
A medida que pasan las horas, aparecen más detalles de la golpiza propinada por los llamados Boinas Negras, un grupo especial, entrenado para reprimir, que no tuvo piedad con cuanta persona se encontró en la protesta pacífica contra el gobierno de los Castro y Díaz Canel.
Los familiares de los detenidos, por ejemplo, dicen que no dejan verlos y alegan múltiples justificaciones, porque están magullados de los golpes que les propinaron, en un modus operandi habitual ya para estas situaciones: los golpean y los encierran sin que pueda verlos nadie para ocultar las huellas de los palos.
Solo cuando desaparezcan los moretones o cierren las heridas permitirán que los familiares, o algún abogado, los vea. Antes jamás, porque el gobierno no puede permitir que se vaya a filtrar alguna foto sobre lo que hace con personas que solo reclaman libertad y mejores condiciones de vida.
La madre de uno de los detenidos dijo, incluso, que su hijo salió a protestar porque estaba comiendo chícharos con gorgojos, en un país donde encontrar cualquier comida es casi un privilegio, mientras los gobernantes dicen que avanzan y que tienen críticos porque son el orgullo del mundo.
Incluso, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, uno de los autorizados voceros del régimen, dijo que la fidelidad del pueblo a su revolución es sólida, así como “la decisión de luchar sin descanso por hacer realidad nuestros sueños de prosperidad y justicia social”.
El ministro, no aclaró, por supuesto, que cuando se refiere a prosperidad, habla de los Castro y de su séquito cercano, entre los cuales se encuentra él, los de la nomenclatura castrista y algunos grandes militares y sus familias. La justicia en Cuba solo existe para ellos, a los que no les falta nada y llevan una vida placentera, ajena a las limitaciones de todo tipo que padece el cubano común.
Bruno Rodríguez tendrá que repetir esas palabras muchas veces más, porque lo de Caimanera no fue un hecho aislado, ni fruto de la influencia etílica en tres individuos, como dicen los dirigentes del Partido Comunista en el municipio y algunos informadores de poca monta al servicio del castrismo.
Las protestas se van a generalizar y el gobierno tendrá que apelar a muchos boinas negras y mentir continuamente, porque la situación con los alimentos es insostenible, lo mismo que con las medicinas y todos los bienes necesarios para llevar una vida más o menos digna, como merece cualquier ser humano.
Los cubanos no le piden al gobierno que les regale nada, sino que le ofrezca la oportunidad de trabajar por salir de la miseria a la que lo ha lanzado el castrismo y de la que parece imposible emerger. Pero los gobernantes no escuchan el clamor popular, el ruido sordo de las colas, del interior de las casas, de las conversaciones en los centros de trabajo, y se quedan con lo que dicen sus seguidores -que siempre los hay- ante las cámaras de la televisión.
Cuba es un paraíso para la doble moral y el robo desde hace muchos años, y de eso sacó ventajas el gobierno, pero ya está contra la pared, como gato acorralado, y los cubanos no se han decidido a atacarlo, porque saben que el ¡felino’ en esa situación puede ser muy peligroso.