Una carta y mil preguntas

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Por Anette Espinosa
La Habana.- La lectora Belkys Molinet escribió una extensa carta a nuestra redacción, más para exorcizar sus penas que para buscar soluciones, pero para nosotros es válido porque significa que los lectores creen y al menos nos cuentan sus problemas, en un país donde no cabe uno más.
Belkys es abuela de un niño de ocho meses, al que cuida durante el día porque su hija, que es madre soltera, tiene que trabajar. El padre del pequeño Erick se fue a Estados Unidos antes de que el niño naciera con la intención de ayudar a la familia desde allá, pero ha tenido problemas de papeles y apenas envió unas ropas y dinero para culeros desechables, entre otras cosas.
Allá donde viven, lejos de la capital, todo es difícil de encontrar -léase comprar- porque no venden nada en las tiendas en MLC y el famoso módulo, ese que entregaban antes con pollo, aceite y algún detergente, se desvaneció o se quedó en La Habana, donde, según ella «el gobierno centra sus prioridades, por temor a que ocurra otro levantamiento como el del 11 de julio de 2021».
La feliz, pero preocupada, abuela nos envía una foto de la cantidad de pollo que vendieron en la bodega para un mes para su nieto y se pregunta «si por la cabeza de alguien puede pasar que un bebé, por más pequeño que sea, puede sobrevivir con esa cantidad de alimentos». Se trata de un encuentro, y advierte que hay que tomarlo como si fuera un regalo divino, porque es solo para los niños menores de 14 años y para los adultos después de los 65.
Dice Belkys que ella no quiere que el gobierno le envíe nada a su nieto, que no le controlen la cantidad de pollo que debe comer, los cereales o las compotas en mal estado que les dan una vez al mes y que no duran ni para cinco días. Ella quiere que haya un sitio a donde poder ir y comprar todo lo que ella necesita, o al menos hasta donde le dé su dinero.
«Estoy cansada de tanto control, de que quieran imponernos todo. No solo nos imponen un sistema caótico, anticuado, ruin, sino también lo que tenemos que comer. No hay opción con el arroz. Te toca ese y aunque esté lleno de gorgojos o gusanos te lo tienes que comer, porque no hay otro», dice.
También se pregunta «¿cómo este gobierno tiene la vergüenza de vender un pan que no se lo comen ni los animales en otras partes del mundo», y recuerda que ella trabajó como maestra en el exterior y hasta en los sitios más pobres y más apartados, las personas pueden comer un pan decente, y tienen acceso a una alimentación normal, incluso la población de menos recursos, la más pobre.
«Lo que le ha tocado a Cuba nadie se lo imagina. A mí me duele ver viejitos desnutridos, con cara de hambre por la calle. Me duele ver a personas recogiendo hojitas de cualquier planta para hacer una infusión, que a veces se toman sin azúcar, porque tampoco hay. Me duele Cuba y su gobierno de regordetes y rollizos dirigentes», dice.
Por otra parte, se pregunta «¿Cómo le digo a mi otro nieto, de ocho años, que la leche es solo para el pequeño?¿Cómo me las arreglo para, con un minúsculo pedacito de pollo, alimentarlos por un mes completo? ¿Acaso los hijos, los nietos o los sobrinos de los Raúl Castro, Díaz Canel y Manuel Marrero tienen lo mismo que yo? Ni los que dirigen en este municipio o en esta provincia tienen esos problemas».
La carta de Belkys me recuerda las necesidades que pasan los cubanos para satisfacer la más elemental de las necesidades, la de la alimentación. Constantemente se escuchan quejas de infinidad de personas en las colas y en las calles de que lo que dan no alcanzan, pero como dice la remitente de nuestra misiva, los cubanos no quieren que les den nada, solo pretenden que haya lugares donde poder comprar lo que necesiten.
En cualquier país del mundo, hasta en el depauperado Haití, una persona puede comprar un yogurt, un jugo, carne de cualquier tipo, legumbres, viandas, verduras… a algunos les cuesta más que a otros, pero siempre hay una opción, pero en Cuba nada de eso es posible. A esas pocilgas que llaman bodegas llegan una vez al mes unos alimentos en mal estado, mal envasados, que luego venden a la población los llamados bodegueros, no sin antes robarse una buena parte. Y lo peor, lo hacen, sobre todo con los más desvalidos.
Belkys cree que «este gobierno no tiene vergüenza, que debería largarse de una vez», aunque considera que «sería injusto que se marchara sin que pagaran por sus crímenes, por el daño que le han hecho a este país, del cual se proclaman poco menos que próceres».
«No hay un dirigente con dignidad en Cuba. No lo hay ahora ni lo ha habido en 64 años. Y te lo digo yo, que soy profesora de Historia y conozco al dedillo la manipulación a la que hemos estado sometidos, las mentiras que aguantan los libros y que luego enseñamos a los estudiantes, para intentar validar a un régimen nefasto, extremadamente clasista y cruel», dice Belkys, cuya carta merecería ser estudiada en un aula de un preuniversitario o de una universidad, y mostrada a los dirigentes cubanos.
El Vigía de Cuba agradece misivas como las de Belkys, que apenas es una cubana más, de las muchas que viven con incertidumbre la vida propia y la de su familia, sobre todo la de los niños.

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