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La Habana.- Cada 3 de mayo, desde 1991, el mundo celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa. O al menos lo intentan en algunos países, para validar la Declaración de Windhoek, en Namibia, desde donde se lanzó el llamamiento a respetar una prensa libre, pluralista e independiente, aunque algunos gobiernos pasen sobre esas intenciones.
Entre esos regímenes que pisotean la libertad de prensa está Cuba. Cierto que no es el único y tal vez tampoco el que más control tenga sobre los medios, pero casi seguro que no se sale de la lista de los 10 primeros, porque en la isla quien único está autorizado a contar lo que pasa son los medios del gobierno, sus voceros, los periodistas afines.
Hasta los corresponsales extranjeros acreditados en La Habana tienen que hacerse los de la vista gorda con lo que sucede en el país, porque corren el riesgo de ser expulsados. Cierto que no van y les dicen que tienen un tiempo determinado para abandonar el país -que también-, pero no les renuevan la acreditación cuando la misma deje de tener valor. Y entonces se tienen que marchar.
Durante años, una periodista llamada Lucía Newman puso en jaque al gobierno cubano con sus despachos para CNN, pero desde entonces los reportes desde Cuba siempre están matizados o no dicen la verdad. Por lo menos no cuentan lo que verdaderamente sucede o lo que vive el cubano.
Los medios oficialistas, que son todos los permitidos, dibujan una realidad diferente, en otra dimensión: no cuentan sobre los feminicidios, para ellos no existe el hambre, el presidente disfruta del respaldo casi unánime de la población, los problemas de Cuba son por culpa de un bloqueo inventado desde la caída del comunismo en Europa, los miembros de la familia Castro merecen ser reverenciados porque heredaron un linaje único, el fallecido comandante en jefe era un ser superior y por tanto no se equivocaba.
Para esos medios, el cubano no pasa hambre, le sobra el combustible, disfruta de los apagones, es feliz porque no tiene posibilidad de elegir lo que come o quién lo va a gobernar, no hay niños como los cubanos, y Cuba es el único país del mundo con salud y educación gratuitas.
Para ellos, lo que dice el gobierno es sagrado. Y lo que considere el impuesto presidente es como si lo grabaran en una piedra, como aquello de la limonada como base de todo, o lo de los accidentes del avión, del Hotel Saratoga, lo de los bomberos en la terminal de supertanqueros de Matanzas y no sé cuántas cosas más, que pudieron haberse investigado, pero que quedarán así.
En Cuba no hay libertad de prensa, ni de expresión. El Código Penal recién aprobado coarta cualquier intento de decir lo que las personas piensan, por más que la Constitución deje algunos resquicios, aunque solo sea para aparentar, que es lo único que hace el gobierno. Porque en Cuba todo el mundo aparenta, hasta el país aparenta serlo y nada más, cuando en realidad desde hace mucho tiempo es un Estado fallido.
Aquello de que “una prensa independiente, pluralista y libre son indispensables para el desarrollo y mantenimiento de la democracia en un país, así como para el desarrollo económico”, no tiene nada que ver con la realidad cubana. La prensa cubana está al servicio del que gobierna, del que manda, el Partido Comunista y la familia Castro. Así ha sido desde los albores del triunfo sobre Batista y hasta hoy.
Tal vez por eso, por la falta de democracia y de libertad de expresión, la otrora Perla de las Antillas es apenas una ostra sin nada dentro, de la que todos quieren emigrar, cansados de sufrir las más disimiles necesidades y sin un futuro promisorio por delante.
El Vigía de Cuba es otro de esos medios clandestinos que intenta mostrarle a los cubanos de dentro y de fuera su versión del país. Ojalá lo estemos logrando, por el bien de quienes nacimos acá y acá vivimos, porque es importante que nosotros y el mundo conozcamos al país sometido y mancillado por la bota de la tiranía más larga que ha sufrido país alguno en América Latina.
Pronto, tal vez para 2024, Cuba pueda celebrar el Día de la Libertad de Prensa como se merece, con un sinfín de medios que recojan la realidad de lo que se vive acá. Por ahora toca hacerlo en silencio y ser optimistas en la espera.

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