Por Anette Espinosa
La Habana.- Julia Osendi vuelve a las redes sociales para lamentarse de su situación en Cuba, y dice que se da cuenta de que estuvo equivocada por años, de haber apoyado a un gobierno manipulador y criminal, incapaz e inepto. Lamenta su suerte, pero ya no puede hacer más, solo le queda lamentarse.
Este gobierno «quiere es que no comamos, mientras sus botones revientan», dice y esas palabras le pueden costar caras a la Osendi, otrora una personalidad del periodismo deportivo, quien asegura ahora que esta «cansada y triste por haberme equivocado tanto». Y saben qué, me hace bien saber que la otrora reportera se arrepiente de muchas de esas cosas a las que respaldó.
Si todos hicieran como ella, y se arrepintieran al menos, además de hacerlo en público, algo habríamos avanzado, y tal vez ya no estuviera el castrismo al mando en Cuba.
Claro, la Osendi no fue nunca una persona normal, de esas que pasan inadvertidas por cualquier lugar, desde el aeropuerto a los hospitales. Ella siempre tuvo prerrogativas: auto, gasolina, buena casa en La Habana, problemas resueltos, viajes al extranjero, a eventos a los que la inmensa mayoría de las personas hubiera querido ir, como Juegos Olímpicos o al Clásico Mundial de Béisbol, por ejemplo.
Julia era una bendecida. No le faltaba nada. Si necesitaba algo y no lo encontraba en La Habana, solo tenía que irse a una provincia y regresaba, o la regresaban, en un vehículo de un dirigente del lugar. Así era si de comestibles se trataba. Y tampoco las medicinas le faltaban, ni las piezas para su auto, ni esas cosas que a veces son imprescindibles para reparaciones en su casa.
Pero Julita se jubiló. Llegó a esa edad en la cual las personas prefieren irse a casa y vivir de lo que generó su trabajo por muchos años. Le salió el tiro por la culata y comenzó a sentir la lejanía con los jerarcas del sistema. Se le acabó la gasolina, su viejo Lada empeoró, y encima de todo eso le faltan los alimentos y las medicinas. Y entonces siente nostalgia de aquellos tiempos en los que era Julita Osendi, una especie de estrella de la televisión cubana.
Y ahora se lamenta. Se vuelve contra aquellos a los que una vez aupó, reniega de su pasado, y eso que aún no se imagina cómo pueden ser esos años que le quedan. No sabe cuán dura es la vida para otros que nunca tuvieron las oportunidades que ella tuvo.
De todas formas, me alegro de que Julia Osendi haya salido a escena y haya aceptado su error, haya dicho que está cansada y triste por haberse equivocado.
Leyendo el post de Julia Osendi, recordé unas palabras de Juan Marrero, una de esas glorias del periodismo castrista, directivo de la UPEC, periodista de Prensa Latina y Granma, combatiente de Girón y reportero en Angola y no sé cuantos lugares, que terminó sus días en la casona de 23 y J, alejado de todos y arrepentido de todo lo que hizo.
Una tarde me lo encontré en la acera, a la salida de la casa de la UPEC. Nos saludamos y charlamos un rato sobre las cosas de la vida, sobre lo difícil que era vivir en Cuba, sobre el futuro de los jóvenes profesionales recién graduados, la censura, la manipulación, y la eterna mentira en que vivía el país.
La conversación la llevó él, algo que jamás me paso por la cabeza. Luego, casi al despedirnos, me dijo: «Vete de este país, Anette. Esto es un fracaso. Yo no me voy con mis hijos porque me quedan unos meses de vida y no quiero ser una carga para nadie». Me quedé sin palabras, sin saber qué decirle. Lo abracé y seguí caminando. Unos meses después supe que había muerto.
Por aquellas confesiones de Juan Marrero puedo entender a Julia Osendi. Ella también está decepcionada, solo que tuvo más valor que otros y lo hace público, lo dice, lo grita desde las redes sociales. La mayoría, decepcionada también, se lo calla, lo guarda entre pecho y espalda y no le enseña el camino a los jóvenes, o a otros de su edad que necesitan expulsar todos esos dolores y desengaños que llevan dentro.
Cuba es un estado fallido. Personas como Julita Osendi ayudaron a que así fuera y que ella diga ahora que se arrepiente, y critique a los que se apoderaron de Cuba y coartaron los sueños de la gente, a mí me hace bien. A mí me satisface. Es un poco tarde, pero es válido.