Labañino en México, la doble cara del castrismo

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Por Anette Espinosa

La Habana.- El gobierno cubano envió a uno de sus ‘héroes’ a México, a que participara en una reunión de un movimiento de solidaridad con La Habana en aquel país y dijera que lo principal es seguir adelante y poco más.

No mandó a uno de esos generales que se ganaron la estrella de oro en la guerra de Angola, uno de los capítulos más oscuros de la ya oscura historia de Cuba en los últimos 64 años, sino al espía Ramón Labañino, que estuvo preso en Estados Unidos y cuya familia se da, desde entonces, la mejor vida del mundo. Incluido él.

Envejecido y pasado de peso, el espía liberado por la Administración de Barack Obama a cambio de nada, intentó, en compañía de Elier Ramírez, subdirector del Centro Fidel Castro, explicar a los mexicanos de varios estados, según una intrascendente nota de Prensa Latina, la situación de Cuba. Y me perdonan las incidentales, por favor.

Como no podía ser de otra forma, recordó que “los enemigos” trataron de hacer fracasar las recientes elecciones, en las cuales, al final, fue escogido, que no electo, Miguel Díaz Canel para otro mandato de cinco años al frente de la nación.

También relató el “sacrificio del pueblo cubano para sobreponerse a un bloqueo económico, comercial y financiero presente cada día, hora y minuto en los hogares -no en todos, Labañino- y en el quehacer nacional”.

No es necesario decir que culpó al bloqueo de Estados Unidos como la causa de todos los males, y esas declaraciones las hace unos días después de que su hija Elizabeth fuera increpada por unas cubanas en España, a donde fue a estudiar gracias a la posición de su padre, a las relaciones que hizo su familia mientras él guardaba prisión en Estados Unidos.

Lo que dijeron el “héroe” -así entre comillas- y el tal Ramírez lo sabe el mundo entero, porque es la misma cantaleta de cada día en cada foro, en cada entrevista, en cada conferencia de prensa, solo con la intención de desviar la atención del verdadero culpable de todos los males que padece la isla: un gobierno ineficiente, tiránico, ladino y cobarde.

El país que destruyeron los Castro, no solo no se ha movido en el tiempo, sino que retrocede a pasos acelerados, vive una regresión de la cual solo se salvarán los herederos de los monstruos de Birán y, si acaso, personajes como el tal Labañino, cuya familia ya se labra un camino fuera de la isla, para tener una vía de escape cuando pase lo que va a pasar, porque el actual sistema no será para toda la vida, como cacarean todo el tiempo sus defensores, tal vez para creérselo ellos mismos.

Labañino, según la lastimera nota de Prensa Latina, permanecerá en el país de los aztecas hasta el próximo mes, porque tiene otros proyectos por delante, pero tampoco tendrá problemas en regresar a casa, donde no hay gasolina, electricidad, medicamentos o comida, porque él tiene sus problemas resueltos. Los resolvió desde que se fue a Estados Unidos a infiltrar a los que, desde el norte, luchan por una Cuba mejor.

Acciones como estas demuestran la doble cara del castrismo, porque en vez de mantener en la sombra a estos personajes cuyas familias los ponen en entredicho en el extranjero, los sacan a la luz como diciendo «y a nosotros qué nos importan lo que ustedes piensen». No es la primera vez que lo hacen.

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