Evo Morales no olvida las mieles del poder

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Por Paxi Mamani
La Paz.- La Bolivia de Evo Morales fue un país próspero pero polarizado. Durante los años de su gobierno, el más largo de manera consecutiva, incluso interrumpida, en la historia del país andino, la economía dio un salto espectacular y de ir a la cola de América Latina en crecimiento, pasó a la avanzada. Y entonces el líder cocalero creyó que eso era suficiente para perpetuarse en el poder, hacer y deshacer.
Morales manejó a su antojo la Constitución y forzó una última reelección, después de un referéndum que le negó la posibilidad de volver a postularse. Aún así, ganó las elecciones de 2019, pero poco después, luego de muchos días de protestas se vio obligado a abandonar el poder y exiliarse en México, a donde llegó con la ayuda del presidente de aquel país, Andres Manuel López Obrador.

Poco tiempo estuvo en México antes de volver a Argentina, desde donde reinició sus labores como líder máximo del Movimiento Al Socialismo (MAS) para intentar el retorno al poder del movimiento, aunque no ya el suyo en persona, algo que intentaría ejercer en la sombra, porque si antes se le daba bien protestar, luego se dio cuenta de que era mejor mandar.
Morales decidió un día que los candidatos de su partido para los comicios serían el otrora ministro de Economía y Finanzas Públicas Luis Alberto Arce Catacora y el excanciller David Choquehuanca. Este último tendría el respaldo de las comunidades indígenas y el otro el aval importante de haber sacado a la economía boliviana de la crisis y haberla puesto en un lugar de privilegio en la región.

El dúo del MAS ganó las elecciones, pero enseguida surgieron desencuentros con Morales, quien quería, desde la sombra, que desde el Palacio Quemado o el Nuevo Palacio del Pueblo, como se llama a la recién construida casa de Gobierno, se cumplieran sus voluntades y sus políticas, y no las que decidiera el Ejecutivo encabezado por Arce.
Morales comenzó a sentir, cada vez, más nostalgia de su antiguo puesto como presidente, de su vida en Palacio, de la Casa Presidencial, del avión que tomaba tres o cuatro veces al día hacia diferentes lugares del país, de hacer cumplir cada uno de sus caprichos, que no fueron pocos en sus largos años de mandato. Y, para colmo, extrañó en demasía la pleitesía que le rindieron siempre sus subordinados.
Su posición creó un cisma insalvable entre él, como dirigente máximo del MAS, y el presidente, también del mismo partido político. Inclusive, muchos de los que una vez apoyaron al otrora líder cocalero, se pasaron al bando de Arce, y entre ellos hay quienes tienen claro que su presencia en la sombra le hace daño al MAS y a Bolivia.
Arce, que de seguro tendrá la intención de reelegirse para un segundo mandato, ya no solo tiene que enfrentar a la oposición de derecha, sino a su exaliado y hasta tutor, Evo Morales, a quien el círculo cercano ha convencido de que tiene opciones reales de volver a ser presidente de Bolivia.
Choquehuanca, que fue aliado de Morales y su canciller, no las tiene todas con el exmandatario y hace unos días en una ceremonia ancestral por el Día de la Madre Tierra dijo que el culto a la personalidad puede instalar una de las peores tiranías jamás conocidas, y dijo que el tiempo de cambio exige la capacidad de razonar, sin codicia y sin egoísmo, en un mensaje directo a Morales, quien ha ganado un poco de respaldo en los medios y en un sector del empresariado, que no en todo, el mismo con el que negoció y le dio prerrogativas cuando era presidente.
Eso sí, mal anda el presidente Arce si intenta hacer en Bolivia lo mismo que hizo el castrismo en Cuba, como ha dicho alguna vez. El país del altiplano tiene que defender su sistema de mercado, apostar por una democracia sería, sin golpes de estado, por la compartimentación de poderes, porque intentar imitar lo de Cuba sería un fracaso descomunal y terminaría por hundir a la nación y volver a las asonadas golpistas, esas que siempre están latentes, porque el pueblo boliviano, contrario a lo que pueda pensarse, no se parece en nada al antillano.
Por ahora, las luchas internas en la izquierda boliviana marcan la vida de un país en donde son habituales los bloqueos, las huelgas, los encontronazos políticos entre bandos opuestos, incluso de corrientes políticas similares, pero también un país de caudillos, entre los cuales se encuentra Evo Morales, quien, al parecer, aprendió muy bien las lecciones que un día le dio su aliado y tutor, Fidel Castro.
Bolivia no es Cuba, Evo. Aléjate de una vez del poder, vive como expresidente y renuncia a esas mieles que una vez te cambiaron tanto que solo pensaste en ti y no en el pueblo boliviano.

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