Por Jorge Sotero
La Habana.- Comprar un litro de gasolina en Cuba se ha vuelto tan complicado como encontrar a alguien que venda una libra de carne de cerdo, un pomo de aceite o un kilogramo de arroz. El combustible, petróleo incluido, se ha perdido en Cuba, según el gobernante de turno, por incumplimiento de los países encargados de suministrarlo, porque tienen, supuestamente, problemas internos.
En el municipio de Madruga, ayer, el litro de gasolina se vendía a 350 pesos en el mercado negro. Y el de petróleo a 250, según un vendedor a través de las redes sociales, pero en otros lugares los precios están más altos, lo cual los convierte en inalcanzables para la mayoría de los cubanos con vehículos o con plantas eléctricas.
En las ciudades y pueblitos de provincia casi no se ven carros, los pocos tractores que quedaban han desaparecido, y en La Habana desapareció por completo el transporte público, y solo algún ómnibus abre la línea y la cierra después, ante la mirada de desesperación de miles de personas que tienen que caminar muchos kilómetros para ir de la casa al trabajo o viceversa.
Las colas en las gasolineras de la capital son enormes. Cientos de vehículos, uno tras otro, esperan porque entre un poco de combustible a los lugares de venta y que permitan que luego lo vendan. Incluso, en algunos sitios, los propios integrantes de la cola han apelado a listas, con números que sobrepasan los cuatro mil, como un amigo que vive en Boyeros y tiene el 3476 en una de esas listas, en la que solo 55 personas han podido comprar.
Tienen privilegios y autorizaciones los dirigentes a cualquier nivel, los vehículos de los organismos estatales, los pejes gordos del castrismo y, por supuesto, aquellos carros destinados a preservar el sistema, de donde sale alguna de la gasolina que se vende en el mercado negro, porque la Policía ha sido, por años, una suministradora de combustible y cualquier otra cosa que decomise hacia el mercado subterráneo.
¿Cuándo se resolverá la situación? Nadie lo sabe, sobre todo porque para resolver un problema hay que conocer la causa, y, según el Hombre de la Limonada, los culpables son aquellos países que tienen tantos problemas internos que no son capaces de hacer llegar a Cuba el combustible que el gobierno de La Habana ha contratado y pagado con meridiana puntualidad. Cosa rara.
Y como es así, no podemos hacernos una idea de cuándo volveremos a tener combustible, aunque sea por poquitos y con limitaciones, como ha sido desde siempre, o desde 1959, en la isla caribeña. Aunque esa historia que implica a terceros solo se la cree el mentiroso del presidente cubano y esos que andan con los ojos tapados y que no son pocos en el país, sobre todo porque su único medio de información es el gobierno, y sus medios, los cuales se encargan de diseminar las justificaciones que den los gobernantes.
La escasez de combustible no solo afectará el transporte, los traslados de enfermos, sino también la ya depauperada agricultura, porque no habrá petróleo para regar o para mover las producciones de un sitio a otro. Eso sí, los turistas tendrán. Es tanta la prioridad que le da el gobierno cubano a los extranjeros, que los visitantes foráneos tendrán combustible para moverse.
Luego, no importará que un cubano, que pudiera ser niño, muera esperando una ambulancia. Si eso ocurre, no pasa nada, pero a los que no le puede faltar la gasolina es a los dirigentes, a esos que llevan una vida ajena a las cosas, a las escaseces, a las necesidades, sin tener que hacer colas enormes para comprar nada, combustibles incluidos.