Por Fernando Clavero
La Habana.- El zurdo Geonel Gutiérrez es un desconocido en el mundo del béisbol y lo seguirá siendo por los años de los años, a pesar de que las redes y algunos medios de prensa digan que entró a la historia porque lanzó un juego perfecto ante Industriales. Un partido con el cual -dicen también- se equipara al logrado por el espirituano Maels Rodríguez ante Las Tunas, el 22 de diciembre de 1999.
La pelota cubana ha dado tantos bandazos y cambiado tantas veces de estructuras y reglas que no hay un récord que pueda considerarse válido para un campeonato. Siempre hay que agregarle una coletilla detrás. Algo así como «para series de 51 partidos», que las hubo. o «para torneos de 60 juegos», que también. Incluso «para lides de 90 desafíos», usuales. Y no son los únicos cambios que han mutilado el pasatiempo nacional en los últimos 60 años.
En Cuba, cada vez que a un directivo del deporte o a un dirigente político se le ha ocurrido un cambio, lo han hecho, siempre en detrimento del béisbol, que ha pagado todas las culpas, y que ha permitido que ahora, en 2023, lleguemos a un juego perfecto de solo cinco entradas, como si eso fuera béisbol. Pero no se puede esperar más de un país que alardeó hace poco de haber ganado un mundial de béisbol cinco, que en todas partes es ‘cuatro esquinas’.
Un día, a alguien se le ocurrió asumir las reglas de la IBAF para el torneo cubano, y entre otras cosas, implantaron la regla del nocao beisbolero, algo así como detener el partido en la séptima entrada, si la diferencia era de 10 carreras entre los equipos. Un fiasco total.
Pero no quedaron ahí los dirigentes de la pelota en la isla. Fueron a por más y establecieron el super nocao, para parar el partido cuando la ventaja fuera de 15 carreras para los capítulos cinco y seis. Y de eso se benefició Geonel Gutiérrez, a quien no le debe caber un alpiste por haber logrado algo que nunca hicieron las grandes estrellas del box en Cuba, desde Braudilio Vinent a Orlando Hernández, pasando por Rogelio García, José Antonio Huelga, Norge Luis Vera, Lázaro Vallé, Rolando Arrojo, y no sé cuántos más.
El juego perfecto de Gutiérrez no ha ido a mucho, porque tampoco se ha robado cintillos completos en los empobrecidos y limitados medios de la tiranía, pero pasará a los libros, y cuando, alguna vez, alguien revise, dará con él, y entonces tendrá que agregarle la coletilla de que «fue a cinco entradas», que es como decir que no existió. Porque un juego perfecto tiene que ser de 27 outs o más, no de menos.
La culpa, claro, no es de Geonel. ¿Qué responsabilidad tiene el muchacho de que hayan cambiado tanto la pelota, o de que Industriales, su víctima, no se parezca en nada a aquellos equipos que metían miedo en cada estadio de Cuba donde jugaban? El hizo su trabajo, sacó out tras out y ganó su juego. No se le puede culpar por eso, porque los jugadores son tan víctimas del movimiento deportivo, que es como decir del castrismo, como el propio torneo.
En Cuba no caben 16 equipos. No hay jugadores de calidad ni para cuatro y entonces insisten en 16 elencos, uno por provincia, con jugadores que viven en en ese mundo y que cobran irrisorios salarios por otras labores, lo mismo como lancheros, trabajadores de comunales, que de profesores de Educación Física, sin haber hecho jamás una cosa ni la otra.
Todo lo malo que acontece al béisbol cubano tiene un solo culpable: el gobierno. Y dentro de ese gobierno, la primera culpa es de Fidel Castro, quien manejó y manipuló el torneo a su manera para sacar rédito, para impulsar falsos nacionalismos, sentimientos patrioteros, hasta que un día, uno por uno, se le fueron todos esos a los que aupó, empezando por alguno de sus ídolos, como José Contreras, de quien dijo alguna vez que era el nuevo Titán de Bronce, en franca alegoría a Antonio Maceo, por su actuación ante los Orioles de Baltimore.
Tanta influencia ejerció Castro que hasta decidía alineaciones en eventos internacionales, cambiaba los lanzadores, como sucedió en Sydney 2000, cuando mandó, desde La Habana, a que lanzara Pedro Luis Lazo en la final ante Estados Unidos en lugar de hacerlo José Ibar, el que tenía previsto el manager.
Otra cosa, el referido deporte en Cuba no es limpio. Es posible que sea la competición de béisbol más sucia del mundo. Para muestra, el récord de jonrones de Alfredo Despaigne, en aquel año que estaba igualado con José Dariel Abreu -alias Pito- y los jardineros de la isla dejaron pasar la pelota sin ir a buscarla para que el slugger granmense se quedara con la marca, en uno de los gestos más antideportivos de la historia, tal vez a la altura del ataque con un bate, del matancero Demis Valdés, al lanzador villaclareño Freddy Asiel Álvarez, y en la que salió muy mal parado Ramón Lunar, que fue quien recibió los golpes.
En fin, para muestras un botón. Que los seguidores del equipo de Artemisa disfruten el juego perfecto de Geonel Gutiérrez, que los de Industriales sufran por el mismo motivo y, mientras, el pasatiempo nacional de los cubanos continúa en caída libre.