Por Fernando Clavero
La Habana.- A Julita Osendi la robaron. La asaltaron a plena luz del día en el malecón de La Habana y le llevaron un celular, donde, según ella, guardaba como cinco mil fotos y otros muchos recuerdos. Hasta ahora, un día después, nadie ha capturado al ladrón, ni lo hará nadie, porque la la otrora influyente periodista no cuenta para nadie.
Aclaro que no me alegro del robo que sufrió, como no me alegraría que le pasara a nadie y mucho menos a una mujer, pero lo traigo a colación, para contar alguna historia relacionada con ella, con quien coincidí en julio de 2007, durante mis prácticas docentes en la Redacción Deportiva de Tele Rebelde.
Recuerdo que Julita, como le decían todos allí, siempre llegaba apurada, hablando alto, con un lenguaje soez, y ponía a correr a jefes, camarógrafos y otros periodistas, a quienes parecía que les agradaba que ella los machucara cada vez. Los cubículos de edición eran de ella, escogía al cámara para trabajar, incluso reclamaba espacios en el Noticiero Deportivo porque era la vía de ganar un poco más.
En esas estuvimos dos semanas o un poco más, y luego ella se fue a Río de Janeiro, como parte del equipo de prensa que reportaría los Juegos Panamericanos, con sede en aquella ciudad brasileña. Y no se me olvida que en los primeros días, una deportista cubana ganó una presea de oro y Julita, como no podía ser de otra forma, la encaró al borde de la pista para hacerle la pregunta de siempre.
-¿A quién dedicas esta victoria?
-A mi madre, sin cuyo apoyo nada es posible para mí -respondió medio cohibida la joven.
-¿Y a quién más? -insistió la periodista, tratando de buscar una respuesta que le permitiera congraciarse luego con los dirigentes del país, a los cuales conocía y los llamaba para cualquier tema relacionado con su auto, según alardeaba.
-A mi entrenador, por su dedicación de siempre y por su cariño…
-Pero debe haber alguien más… -dijo la Osendi y le pegó más el micrófono a los labios.
-Sí, claro: a mi novio. Su ayuda también ha sido importante para mí.
-¿No se te queda nadie por mencionar, a quien dedicarle esta importante victoria?
-Bueno… al pueblo de Cuba -comentó la muchacha para quien la situación era ya insostenible.
-¿Y dentro de ese pueblo no crees que valga la pena mencionar al comandante? -preguntó la periodista a la acosada campeona panamericana, que se sentía acorralada y sin opciones.
-Sí, claro, también al comandante en jefe -dijo, en referencia al cargo que le daban al ya octogenario dictador, poco antes de que traspasara sus cargos a su hermano, aunque seguiría ejerciendo un inmenso poder en la sombra, hasta su muerte el 25 de noviembre de 2016.
Luego de su jubilación, Osendi se ha pasado la vida reviviendo viejas glorias, entrevistando a peloteros ya retirados, corredores que han caído en el olvido, dándole luz a las otrora glorias deportivas, lo mismo en Cuba que en Miami, a donde iba de vez en vez a buscar un poco de plata, tan escasa en Cuba, sobre todo para los que dependen de una pensión.
Desde entonces, me la he encontrado muchas veces en La Habana, y siempre la he saludado con cordialidad, y siempre ha respondido mi saludo, aunque tal vez no recuerde que por unos días trabajamos juntos. Unos días que fueron suficientes para darme cuenta de que aquella mujer que hacía un trabajo un tanto complicado para una fémina, necesitaba tener protagonismo.
Y ahora, viendo el revuelo que ha causado el robo de su celular, tengo la certeza de que si el atraco hubiera ocurrido en sus tiempos de periodista en activo, hace rato el ladrón estuviera preso, porque hubiera llamado a esos amigos suyos en las altas esferas del gobierno, para conseguir que el ladrón fuera apresado. Pero los tiempos cambian, y las situaciones también, y de aquella Julia Osendi que hacía loas del gobierno y del dictador ya no queda nada. Por eso le pasan esas cosas.