Por Anette Espinosa
La Habana.- La situación de la vivienda en Cuba es un caos. No descubro el agua tibia al decirlo, porque hasta los propios medios de prensa de la dictadura se encargan de hacerlo público, ellos que tan bien cuidan al régimen, unas veces tapando lo mal hecho y otras con mentiras o medias verdades.
Escambray, el periódico de aquella provincia, destaca este lunes en su edición digital, la carencia de materiales de la construcción, ante lo cual es imposible edificar viviendas, y eso que hablamos de una provincia donde antaño funcionaban decenas de hornos de ladrillos, y que cuenta, además, con una fábrica de cemento, la de Siguaney.
Pues bien, no lo digo yo, lo dice Escambray. Sancti Spíritus tiene «un déficit habitacional acumulado por el deterioro del paso del tiempo y los eventos meteorológicos», pero en los «últimos tres años el retroceso ha sido más que evidente por las conocidas causas de corte económico, el recrudecimiento del bloqueo y la pandemia que limitó recursos imprescindibles, entre ellos acero y cemento que se obtienen solo a escala industrial».
Claro que no podía faltar lo del bloqueo, pero cuando el ahora presidente del país, Miguel Díaz Canel, se llenó la boca para decir que en cada municipio se podían construir una casa y media por día, por los 365 días del año, también había bloqueo. Así que algo ha fallado desde entonces.
Yo no tengo claro que había tomado ese día el Hombre de la Limonada, pero segura estoy de que no estaba en sus cabales, porque sin cemento, ladrillo, bloques, acero, alambre, cables, aluminio, madera, cristales y áridos de cualquier tipo, es imposible edificar una casa, aunque sea un humilde bohío, como esos donde aún viven muchos de nuestros campesinos.
Escambray dice que no funcionan las pequeñas industrias de producción de materiales que se montaron mediante donativos del Penud y Prodel, o que lo hacen a media máquina unas pocas, insuficientes para que avance la construcción de viviendas, una más de las asignaturas pendientes del castrocomunismo.
Mientras en el mundo entero de la edificación de casas se encargan empresas especializadas, contratadas por gobiernos o personas con dinero, en Cuba esas tareas las asumieron por años todas las instituciones, algunas de ellas sin experiencia en la construcción, como los ministerios de la Agricultura, Salud Pública, o el del Azúcar, y luego los dirigentes les pedían cuentas a los responsables, algunos de los cuales alegaban, sin ser escuchados, que esa no era su razón de ser.
Por otra parte, construir una vivienda por esfuerzo propio en Cuba es una tarea de titanes, por muchas razones, entre ellas la falta de materiales, porque es casi imposible conseguir alguno. Y cuando eso ocurre es solo a través de un mercado negro que quintuplica los precios, que lo monopoliza todo, incluso la mano de obra, cada vez más cara y más escasa, porque ya nadie quiere trabajar en la construcción, sobre todo porque en Cuba se sigue construyendo a la manera de los años 80, o de mucho antes.
Según Escambray, «ante este panorama marcado por el déficit de cemento, áridos y acero, la producción de ladrillos y otros elementos constituye la opción más viable para respaldar el programa de construcción de viviendas y rescatar una de las tradiciones más longeva de una provincia donde la cerámica se ha trabajado durante siglos», aunque me asaltan dudas de a qué se refiere cuando habla de ‘otros elementos’.
El rotativo agrega que «la escasez de cemento preocupa a quienes trabajan en las minindustrias donde se elaboran bloques, mosaicos y losas donde se recolecta materia prima o piedra de potrero para áridos en ausencia de un respaldo de materiales que sea suficiente para producir lo que está escrito en planes».
Y pensar que aún en esas condiciones, hace apenas unos meses, el impuesto presidente habló, a boca llena, de terminar una casa y media al día por cada uno de los municipios de Cuba, durante 350 de los 365 días del año.
«No será fácil volver a la antigua, pero Sancti Spíritus tiene tradición en el manejo del barro, un territorio dónde funcionan unos 50 tejares estatales, y otros son operados por trabajadores por cuenta propia, los cuales sostienen un peso importante en la fabricación de los ladrillos de barro utilizados para levantar paredes o techos en forma de bóvedas, una técnica en la cual la provincia acumula mucha experiencia», dice Escambray.
Y si esa es la situación que muestra el medio de prensa, la real debe ser más complicada, porque ya sabemos que los medios cubanos nunca dicen toda la verdad. Y si es así en Sancti Spíritus, cómo será en otras provincias donde no hay desarrollo de la alfarería, ni fábricas de cemento para abastecer al mercado negro, incluso ni palma cana para poner techos de guano.
Entonces, cada vez que me adentro en esas cosas, recuerdo aquellas palabras del impuesto presidente, aquello de que «avanzamos y eso les duele».