Por Jorge Sotero
La Habana.- El primer ministro cubano, Manuel Marrero, acaba de admitir lo que todos sabemos, que no hay dinero para importar alimentos. Y lo dijo en el balance anual del ministerio de la Agricultura, al cual acudió en compañía de su vice, Jorge Luis Tapia, según el diario Granma.
Una extensa nota del rotativo, reseña la reunión, en la cual los participantes admitieron “los resultados negativos en la producción de alimentos y demás renglones correspondientes al sistema de la agricultura cubana”, sin que me deje claro a qué hace referencia la nota, por demás, un poco ambigua.
Marrero advierte que la agricultura ha sido “uno de los sectores más golpeados por la difícil situación que enfrenta la isla ante el recrudecimiento del bloqueo económico, la falta de divisas y el déficit de combustibles, entre otras cuestiones”.
Queda claro que no hay dinero, y que tampoco hay combustible, ni dólares con los que comprarlos, y que las soluciones alternativas, según trascendió, no resuelven la situación, en un país donde el gobierno, que tiene la mayoría inmensa de las tierras y los supuestos recursos, solo se apunta el 20 por ciento de la producción total.
Como en muchas ocasiones anteriores, el primer ministro y sus acompañantes se fueron por las ramas. Al hablar de la situación de la ganadería, hicieron hincapié en el hurto y sacrificio ilegal de ganado, y en el papel de los llamados intermediarios en el alza de los precios, dos cuestiones traídas por los pelos, porque piensan que con más multas o más sanciones van a resolver el problema de los alimentos y los precios.
La matanza y venta ilegal de carne de res continuará, al menos mientras haya vacas, porque el pueblo no tiene otra forma de conseguir ese alimento, porque es imposible pagarlo en las tiendas del gobierno, cuando haya, y en los precios en los que suelen venderse. Y, por otra parte, proliferan los revendedores porque es una actividad normal la de comerciante desde tiempos tan antiguos como la humanidad misma.
No son los intermediarios los culpables de los precios altos. La culpa la tiene la escasez, las erradas políticas del gobierno durante décadas, que terminaron por convertir los otrora fértiles campos en paraíso para el marabú.
La culpa es del gobierno por apoderarse de todas las tierras, abandonar a los campesinos, impedirles el acceso a las maquinarias, los abonos y los combustibles, por querer centralizarlo todo y establecer políticas de precios totalmente erradas.
En la reunión se habló de los seis objetivos trazados, las 63 medidas que se planteó el ministerio, pero al final, el resultado, que es la razón de todo, no se ve por ninguna parte, y en Cuba lo que se produce no alcanza ni para alimentar como es debido al 10 por ciento de una población que vive en la miseria más cruenta, con indicadores nunca antes visto en la historia del país.
Un párrafo de la nota de Granma deja claro que el informe ministerial y las palabras de Marrero no son, por ejemplo, la causa fundamental de la caída de la masa ganadera, que decreció en el año en más de 140 mil cabezas, solo en relación con 2021, y de ese decrecimiento, solo 48 mil corresponden a casos de hurto y sacrificio ilegal. El resto es culpa de la mortalidad generada por otras causas.
Llama la atención que de los planes que se puso el ministerio de la agricultura, solo se cumplieron cuatro, maíz, sorgo, frijol y frijol de soya, aunque no hay piensos de maíz, ni se ve por ninguna parte, y de los frijoles ni hablar, pero ellos dicen que esos los cumplieron.
Y no llegaron a lo estipulado en viandas, hortalizas, arroz, cítricos frescos y frutales. Tampoco en la producción de huevos, carnes de cualquier tipo, leche, ni la mayoría de las variedades de tabaco.
En fin, como saben los cubanos, la agricultura cubana es un desastre total, y la gestión gubernamental peor, sin que se haya trazado una estrategia, al menos no lo dice Granma, para que abunden los alimentos, y no haya que esperar a que un país cualquiera done lo que le sobre a un gobierno que solo sabe mendigar por el mundo.
