(Tomado del muro de Facebook de Eduardo González Rodríguez?
La Habana.- Hay gente que se pregunta todos los días, «¿cómo vamos a salir de esta crisis?». Algunos, los más conservadores, hablan de asesores rusos, de incluir algunas experiencias económicas del socialismo chino, de inversión extranjera, etc. Los más prácticos, o sea, los más rápidos en tomar decisiones, se fueron de Cuba… o no tienen suficientes recursos para irse, pero mentalmente tampoco viven aquí. Coexisten en esa realidad incómoda que supone sobrevivir el día a día con la esperanza de un futuro en California, Madrid, Ecuador o Timor Leste. Ponen la cabeza en la almohada en Cuba, pero apenas cierran los ojos, el cerebro se les llena de aviones. Y por si alguien no lo sabe, nos están haciendo más daño los aviones virtuales que los aviones reales. Es imposible levantar un país si hasta los que se quedan, por la razón que sea, ponen su esperanza en otro lugar del mundo. Esos, como les dije, por más que aparezcan en el censo de la libreta de abastecimiento, de una manera misteriosa también se fueron.
Los que piensan que todo está bien, que la crisis es el resultado de factores externos, de maldades imperialistas y componendas internacionales, sin querer -¡porque lo hacen sin querer!- no muestran otra cosa que una incapacidad absoluta para sortear esos escollos con una política económica nacional que nos mantenga unidos como una nación verdaderamente independiente. Y es una lastima, porque los cubanos son gente buena, emprendedora, que lo mismo comparte ron que medicamentos.
La pregunta no debe ser «¿cómo salimos de esta crisis?» A mi juicio sería más acertado preguntarnos «¿cómo llegamos a esta crisis?». Echarle la culpa al Ordenamiento, a la Covid-19, y al recrudecimiento del bloqueo, es blanquear otras causas subyacentes que nos pusieron hace años en este callejón que no parece tener salida.
Intentar solucionar una crisis con la sola visión de que el culpable es el otro, nos seguirá obligando a caminar en círculos. Es lo que estamos haciendo. Y por más que moleste, lo único que hemos logrado con tantas teorías, con tantos conceptos, con tantas medidas, es enmascarar con palabras aparentemente inteligentes un profundo miedo al pensamiento de otros, al derecho de otros, y de paso, a nuestra profundisíma ignorancia.