Por Anette Espinosa
La Habana.- El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, asistió al balance anual del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y, como no podía ser de otra forma, volvió a dejar sus pinceladas, aunque solo sean aquellas encontradas entre líneas en las aburridas páginas del diario Granma.
Según el medio, luego de escuchar todo lo que allí se dijo, que, como es lógico, jamás es malo, sino todo lo contrario, y también de tirar algún pestañazo, propio de todo hombre bien alimentado que se aburre de escuchar cosas que no le interesan -y esto lo digo yo y no Granma-, Marrero pidió una mirada diferente para el empleo, sobre todo a partir de «los retos que impone la dinámica demográfica del país».
Como lectora común, se me antoja pensar que el premier intentaba hacer referencia a los casi 400 mil cubanos que dejaron el país en el último año y medio, casi todos en edad laboral, pero no fue en eso en lo que centró su análisis, sino en «la identificación efectiva, por los gobiernos de los territorios, de sus potencialidades para generar ocupaciones de calidad».
Marrero como todo dirigente que se precie de ‘pensar en el pueblo’, se refirió a la necesidad de incorporar el teletrabajo y el trabajo a distancia, pero no aclaró que lo dice porque en Cuba no hay medios de transporte en los cuales ir de la casa al curro cada mañana, ni para volver en las tardes. No hay ómnibus, ni taxis y tampoco hay combustible.
Dijo que había sido una experiencia nacida a partir de la pandemia de coronavirus, pero no aclaró que la crisis de transporte, los apagones, las medidas para no usar los aires acondicionados en las oficinas y otras muchas cosas hacían necesario seguir trabajando desde casa, sobre todo para aquellos que pudieran, por supuesto.
También hizo referencia a la necesidad de estimular el pluriempleo y lo justificó con «la existencia de muchos centros de trabajo con plantillas vacías por falta de personal calificado», lo cual puede entenderse como una verdad a medias, porque la escasez de mano de obra calificada tiene que ver más con los salarios. Si pagaran bien, habría maestros calificados, buenos enfermeros, los mejores ingenieros, pero esos se fueron a otros puestos, porque los míseros salarios establecidos no dan ni para sobrevivir una semana.
Eso sí, en un giro radical de la posición gubernamental, abogó por pagarle a los estudiantes universitarios en tiempos de práctica laboral, algo a lo que se resistió el castrismo por décadas, sin importarle que generaran riquezas, como ahora intenta hacer ver Marrero.
Por otra parte, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social consideró un éxito que casi un cuarto de millón de personas se haya incorporado al empleo, aunque no dice si fueron nuevos puestos creados o solo ocuparon aquellos cuyos dueños anteriores se fueron a Estados Unidos por la llamada «Vía de los Volcanes», a Europa, Suramérica o Rusia.
Y como no podía ser menos, el titular de Economía, Alejandro Gil, aclaró que los ingresos provenientes del salario siguen siendo insuficientes para satisfacer las necesidades básicas y que no constituyen una motivación para que las personas busquen dónde trabajar.
Lo admite el hombre que habló de los nuevos proyectos de la economía, del salario y la canasta básica, el mismo que acompañó al presidente (impuesto que no elegido) a ese engendro televisivo llamados Mesa Redonda para explicar las nuevas medidas económicas. Y lo reconoce sin pudor, pero sin decir que él es incapaz de resolver el problema.
Es más, debió haber dicho, que no solo el salario no alcanza para un mes y no motiva, sino que no da ni para sobrevivir una semana en las condiciones de la Cuba actual, cada vez más pobre, con una inflación cada vez mayor, y con una acentuada pérdida de confianza de la inmensa mayoría del pueblo en personajes como él, el propio Marrero, Díaz Canel o los señores feudales de la familia Castro.