Por Anette Espinosa
La Habana.- Cuba sigue dependiendo, para muchas cosas, de las donaciones de otros países u organizaciones internacionales. Unas veces es arroz de Vietnam, otras equipamiento médico de China, o granos desde Bolivia y México, pero siempre llega algo al país donado por alguien, porque el gobierno no puede o no quiere comprarlo.
La última donación, 321 refrigeradores para el almacenamiento de vacunas del Sistema Nacional de Salud, la hicieron la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el gobierno de Canadá, como parte de un programa que incluye también a otros 25 países de la región.
Un despacho de la oficialista agencia Prensa Latina enumera todo lo que incluyó la donación: «mil 032 termos para el traslado de vacunas, dos mil 20 monitores de temperatura, 24 freezers, de ellos cuatro de ultrabaja temperatura para la conservación de muestras y 500 indicadores de congelación».
La nota añade que con estos recursos se «ampliarán las capacidades de conservación refrigerada del Programa Nacional de Inmunización, del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí y del Centro Nacional de Genética Médica», pero los cubanos sabemos que no se ampliará nada, que los mismos servirán para resolver un problema al que no puede darle solución el ineficiente sistema de salud.
A través de la OPS, Cuba recibió 1.3 millones de dólares «para asegurar la cadena de frío y la vigilancia de eventos supuestamente atribuidos a la vacunación contra la enfermedad generada por el coronavirus SARS-CoV-2», un monto que se suma a otras cantidades que el gobierno de la isla y sus emisarios en el extranjero ‘luchan’ todo el tiempo.
El gobierno cubano, a instancias provinciales incluso, tienen representantes en numerosos países, los cuales se dedican solamente a buscar donaciones para llevar a La Habana, y lo mismo les da ambulancias, ómnibus en desuso que vehículos de segunda o tercera mano, que luego usan los dirigentes un tiempo hasta que se rompen y como no encuentran piezas de respuesto, los apartan y a buscar otros.
En lo referente a la salud, la situación en Cuba es cada vez más complicada, porque escasea casi todo lo que uno pueda imaginar, desde las medicinas más elementales para cualquier tratamiento hasta los equipos más sofisticados para detectar dolencias, en una situación que cada vez va a peor, sin que se vislumbre una solución al menos a mediano plazo.
En Cuba no solo escasean esas cosas que hemos mencionados, incluso los equipos para refrigerar las vacunas, sino las ambulancias, los médicos, el instrumental quirúrgico general o de ortopedia, y los hospitales se caen a pedazos ante la falta de insumos para su mantenimiento o reparación, todo ante la imposibilidad de construir alguno nuevo, algo que hace mucho tiempo no ocurre.
Y entonces los medios le dan bombo y platillo a las donaciones, aunque estas sean solo tres toneladas de latas de atún en aceite o almohadillas sanitarias, porque al que no tiene nada, que no produce nada ni tiene como comprarlo, cualquier cosa le parece bien.
Esas donaciones ofrecen facilidades a los dirigentes de cualquier nivel para meter las manos y resolver sus problemas personales, una práctica habitual en un país donde robar se ha vuelto tan natural como ir al trabajo o estar en una cola.
Esa es la herencia que el castrismo deja a Cuba: un país mendigo y empobrecido, incapaz de producir nada de lo que necesita y plagado de corruptos y ladrones a todas las instancias.