La utilidad del enemigo

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(Tomado del muro de Facebook de Eduardo González Rodríguez)
Santa Clara.- Nada ha sido más eficaz para unir (y dividir) a los hombres que la creación de un enemigo. A causa del enemigo es que se inventaron las fronteras, los símbolos patrios y los héroes nacionales. Y claro, patria hay una sola, la mía. Y país valiente, el mío. Pero eso es lo que dicen los manuales de historia de cualquier país del mundo.
La vida va cambiando, pero hay estructuras que se parecen mucho a lo que llamamos eterno. El mito de que el pueblo es el que decide está arraigado en todas las culturas conocidas, aun cuando nadie del pueblo es el que pone límites entre un territorio y otro, entre una cultura y otra, entre un hombre y otro. Son los que representan al pueblo -elegidos o no- los que resuelven el complicado asunto de quiénes son nuestros amigos y quiénes son nuestros enemigos. Y uno, obediente y crédulo, lo transmite a los hijos que, a su vez, se lo transmitirán a los suyos. En otras patrias del planeta, otros padres estarán haciendo lo mismo. Estamos condenados a competir y a odiar a un enemigo heredado por la tradición al que no conoceremos. Pero imaginamos que está por ahí, agazapado, queriendo quitarnos nuestras tierras -tierras que no tenemos-, nuestras jóvenes mujeres -mujeres jóvenes que se están escapando por voluntad propia-, nuestros hijos -hijos que se aventuran a la mar como piratas- y nuestras tradiciones -tradiciones que hemos olvidado nosotros mismos a causa de la crisis-.
Y con la crisis uno olvida también que los enemigos del pueblo son los políticos y el hambre. Uno olvida que sólo los poderosos tienen enemigos, y olvida, además, que cuando llegan al clímax, dirigen la guerra desde una oficina climatizada. Son los poderosos los que han inventado partidos y cientos de instituciones mediadoras para armonizar la convivencia de las naciones, instituciones inútiles que no han logrado evitar un solo conflicto creado por los mismos poderosos y que son mantenidas -como los reyes medievales- con el dinero de sus esclavos asustados.
Ojalá que los únicos enemigos de los hombres fueran el miedo y la mentira. Aprenderían a ver con nuevos ojos y descubrirían, quizás, que cada uno, a pesar de todos y de todo, es dueño absoluto de sus ideas y su vida.
Hoy daría con gusto lo que me queda de vida por abrazar a cada ser humano de la tierra.
P/D: Observen que desde el espacio no se ven fronteras.

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