Por Jorge Sotero
La Habana.- La escasez de petróleo genera problemas a la economía cubana, sobre todo en La Habana donde el transporte casi ha desaparecido. Este viernes se ven muy pocos ómnibus en las calles, y ni los habituales de las empresas o las instituciones trabajaron en las primeras horas de la mañana.
La mayoría de las paradas de la avenida de Rancho Boyeros estuvieron atestadas de personas desde horas tempranas. Los medios tradicionales, buses y gacelas, apenas se vieron, lo mismo que los transportistas privados, todo eso generado, según versiones de los inspectores, por la escasez de petróleo.
Unos trabajadores del Ministerio de Relaciones Exteriores que habitualmente toman un ómnibus en una esquina de la avenida, antes de llegar a la Ciudad Deportiva, comentaban que cada vez se pone más complicado todo y que se hace muy difícil llegar hasta G y calle quinta, en El Vedado, donde se encuentra la sede del Minrex.
Dos maestras que dan clases en Centro Habana decidieron regresar a sus casas, luego de tres largas horas de espera, sin que apareciera un ómnibus y ante la imposibilidad de tomar una de las llamadas gacelas, o algún almendrón, por los precios de estos, privativos para quiénes ganan tres mil 500 pesos.
Incluso, el chofer de un Ford 55 que se detuvo delante del auto en que viajaba el equipo de El Vigía de Cuba por el Reparto Martí, le dijo a los presentes que se podían ir a casa, que casi nadie tiene petróleo y que no había en ninguna parte: «no hay petróleo ni en los centros espirituales», dijo.
Mientras, Luis, El Flaco, inspector habitual de tránsito, alegó que «esas cosas ocurren, sobre todo después de que Díaz Canel se haya gastado toneladas en sus viajes casi diarios a Santa Clara para hacer campaña electoral. Ahora hay que agarrarse, porque lo que viene no será fácil. Ya ellos consiguieron lo que querían: elecciones».
En ese mismo tono se expresaban unos estudiantes de pre, que visiblemente molestos caminaban por Carlos III, no sé si de regreso a casa luego de esperar transporte mucho rato, o de tránsito hacia su escuela.
La escasez de combustible se ha vuelto normal en Cuba, a pesar de los recortes constantes a los que someten las autoridades a las empresas, muchas de las cuales han tenido que mandar a sus trabajadores a laborar desde casa, porque estos no tienen cómo llegar a sus centros.
Hasta los medios de prensa, que normalmente han estado protegidos ante los recortes, sufren las limitaciones, y ni hablar de los hospitales, cuyas ambulancias no llegan jamás a los lugares a tiempo, por varias razones, entre ellas las limitaciones con el combustible.
Solo la Policía y los autos de los dirigentes funcionan sin problemas. Del parqueo del Minfar, a un costado de la Plaza de la revolución, entran y salen sin parar vehículos, algunos con generales dentro, y otros solo con los choferes, mientras las patrullas se pavonean en su andar por las calles colindantes, como si fueran los únicos y verdaderos dueños de la vía.
La gente común camina. Algunos van en bicicletas, sobre todo los más jóvenes, pero la mayoría va a pie, sudados y cabizbajos. Incluso los hay que hablan solos, porque no se ven los audífonos por ninguna parte, para justificar que están al teléfono con cualquiera.
El cubano sufre las escaseces, y la del petróleo es solo una más, otra piedra en ese largo camino a la supervivencia que muchos no han podido superar. De todas formas, el petróleo no se come, ni te puedes vestir con él, me dijo un chico sonriente para quien «hay cosas mucho más importantes que el transporte, como las medicinas y los alimentos, y tampoco los hay».
«Hace unos días -me dice- se murió mi abuelo. Le faltaba todo lo que necesitaba: carne. leche, medicamentos, pero le faltaba, sobre todo alegría. Nos veía tristes y él empeoraba, pero no se puede estar feliz en la cárcel y pasando necesidades», me dijo y siguió silbando y caminando en la punta de los pies, cual si de verdad no le importara nada.
La escasez de petróleo vuelve a poner en jaque al castrismo
