Sin apagones y con feria… los reyes de la manipulación

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Por Anette Espinosa

La Habana.- La cúpula castrista es especialista en eso de manipular a los cubanos y de condicionarlos. Justo un día antes de la farsa electoral de este domingo no hubo apagones en el país. De pronto, como por arte de magia, echaron a andar las unidades de todas las termoeléctricas y apareció el combustible. No hay que ser especialista para saber que una vez más juegan a manipular a los cubanos.

Una situación similar ocurrió cuando convocaron a votar el Código de la Familia. Entonces y ahora actuaron premeditadamente, con la intención de que la población amanezca contenta el día de ir a marcar la boleta, para que una vez más apoye al fallido proyecto del castrocomunismo. No se puede ir por el mundo más pasado de hipocresía y actuando con más sordidez. Pero en Cuba todo es posible.

Imaginen si es posible todo en Cuba, que los gobiernos provinciales anunciaron ferias agropecuarias en todos los municipios y poblados, como si, también por magia pura, aparecieran todos esos productos que por años no aparecían y, si se encontraban era, a cada vez precios más altos, algunos desorbitantes.

Ambas acciones, la de los apagones y las ferias agropecuarias, constituyen una muestra más que fehaciente de cuánto subestima la cúpula gobernante en la isla a la inteligencia de un pueblo cansado, que ha perdido los deseos y que se resigna a emigrar o a ver cómo la familia y los amigos emigran.

Los que planifican acciones así -porque son planificadas y estudiadas al dedillo- imaginan que el pueblo va a creer que ya todo está resuelto, que habrá electricidad de nuevo o que ya sobra la comida. Pero ya Cuba no les cree, desde hace mucho la inmensa mayoría de los cubanos no le tiene fe a nada de lo que hace el gobierno y siempre encuentra cosas escondidas detrás de cada acción gubernamental.

A los cubanos no se les olvida la promesa del vaso de leche de Raúl Castro. Ni las viviendas de Díaz Canel. Ni tampoco el pedido de este último a mediados de 2022 de que le dieran una oportunidad, hasta finales del año anterior, para resolver todos los problemas eléctricos y los de alimentación. El cubano común, a diferencia del gobierno, tiene muy buena memoria. Solo que hay cosas que le roban demasiado tiempo y no le permiten entrar en otras batallas, aunque una de esas batallas podría resolver todas esas escaramuzas en las cuales está envuelto. Todas, de una vez.

La solución de Cuba es un cambio de sistema. Un cambio rotundo, sin posibilidad de vuelta atrás. Un cambio que saque del poder a todo lo que tiene que ver con los Castro y el castrocomunismo. Una transformación que abra el país a la inversión, tanto la extranjera como de los mismos cubanos. Es la única posibilidad para que las empresas entren al mercado, para que la agricultura y la ganadería vuelvan a florecer, para que el ciudadano común pueda disfrutar de la abundancia de productos que hay en todas partes del mundo.

Solo así habrá viviendas nuevas, podrán repararse las principales calles y carreteras, volverá el ferrocarril, las nuevas escuelas públicas y privadas, mejorará el sistema de salud, porque peor no puede estar jamás, y habrá posibilidad de empleo para todos esos que ven cómo se les escapa la vida soñando migajas.

La farsa electoral ya arrancó. El país que, supuestamente, no hace campaña electoral, ha apelado a todos los medios en las últimas semanas para convencer a los cubanos de que concurran a las urnas, de que voten por todos los que ya fueron elegidos, en un ejercicio de manipulación aborrecible. Y para ello no se ha ahorrado un centavo.

El mandatario de turno, por ejemplo, ha vivido a caballo entre la capital y Santa Clara, en un intento desesperado por convencer a los habitantes de aquella ciudad de que voten por él, y los santaclareños, sometidos a la asfixia más total en lo económico, pudieran darle una sorpresa al castrismo, y al mismo Díaz Canel, aunque nunca nos enteremos.

Lo mismo ha pasado con el primer ministro, Manuel Marrero, que se ha pasado por Gibara, en Holguín, en varias ocasiones. Tanto él como el impuesto presidente y los que verdaderamente mandan en Cuba creen que eso es suficiente para llevar a los votantes a las urnas, y que luego los respalden con su voto. Pero de eso aún tengo dudas.

Ni esas campañas electorales, al más puro estilo cubano, ni las ferias agropecuarias donde a veces no hay nada que vender, y menos el fin momentáneo de los apagones, van a cambiar el malestar del pueblo cubano. Y cuando digo pueblo cubano no me refiero a la clase gobernante, ni a aquellos que tienen trabajos en el turismo o en lugares donde hay cosas que robar. No. Me refiero al maestro, al médico, al obrero, al campesino, a los cientos de miles de jóvenes sin un trabajo, sin proyectos de vida y sin ilusiones. A esos no les cambiará nada sus convicciones.

 

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