Por Jorge Sotero
La Habana.- Mientras el impuesto gobernante cubano ofrecía en República Dominicana una supuesta ayuda cubana a cualquier país que la necesite, en un intento por lograr un poco de simpatías, medios de prensa de medio mundo se hacieron eco de la llegada a suelo estadounidense de dos jóvenes a bordo de un aparato de alas delta motorizado.
Voy a pasar del ridículo constante del Hombre de la Limonada y su esposa, ahora en tierras dominicanas, y voy a centrarme en la habilidad de los cubanos para encontrar cualquier vía de escape con tal de huir del sistema que destruye a la isla y amenaza con dejarla vacía, que, al final, debe ser el objetivo de la cúpula que gobierna. Así, en un país sin habitantes, no ha de haber oposición, al menos no más allá de los encontronazos entre una rama de los Castro y la otra.
Lo del escape en alas delta, grabado incluso en el trayecto por algunos desde un teléfono, no sorprende ya a nadie, porque en 64 años los cubanos han escapado de la isla por todas las vías posible.
Para atravesar el peligroso estrecho de la Florida solo hay dos vías: mar y aire, y los cubanos las han explotado ambas de maneras muy ingeniosas, porque cualquier cosa que flote o vuele ha sido utilizada para llegar desde las costas cubanas a las estadounidenses.
Los cubanos usaron todo tipo de barcos, de balsas de madera, de tubos, de poliespuma, hicieron lanchas con tubos de regadío de aluminio y se convirtieron en maestros en eso de hacer una embarcación y convertirla en un medio para llegar a Estados Unidos. La mayoría de las veces, esos artefactos pasaron su primera prueba en plena travesía, en arriesgadas maniobras que han costado muchas vidas.
Otros solo adaptaron vehículos de carretera en pequeñas barcazas para largarse, o lo hicieron de polizones. Algunos, con más o menos suerte, fueron recogidos por lanchas rápidas en las costas cubanas y llevados con éxito al Norte.
Hace unos meses un hombre demostró que era posible irse en una tabla de velas. Y luego otros tres lo imitaron, siempre con éxito, por suerte, pero las historias son impresionantes y muchas podrían servir de guion a series o películas.
Pero los cubanos también se fueron por aire. Hace años, el piloto de la fuerza aérea Orestes Lorenzo se robó un caza y llegó a Estados Unidos. No hace mucho Rubén Martínez voló en un AN-2 hasta la Florida. Otros lo hicieron en el tren de aterrizaje de una aeronave mayor y hasta una muchacha hizo el trayecto en un equipaje, acciones dignas de una película.
Y ahora, con la escapada en alas delta, me imagino que solo falta probar con un globo aerostático, al estilo de Matías Pérez, para llegar a Estados Unidos y escapar del castrismo. Esa posibilidad no la descarto, a pesar de la persistencia de los vientos del este y noreste y de la escasez de lona, para construir el globo, y de gas para mantener los quemadores en acción y permitir el ascenso o descenso del aeróstato en busca de las corrientes de aire que lo lleven en la dirección correcta.
El vuelo en alas delta, a pesar de que finalizó con éxito, pudo costarte la vida a los dos cubanos, de haber sufrido cualquier avería a mitad del trayecto. Pero fue una acción audaz, propia de personas desesperadas, de esas que se juegan la vida en busca de un horizonte mejor.
Esas acciones ya no nos sorprenden a los cubanos, porque las hemos vivido por décadas. Y sabemos de lo que son capaces las personas para escapar del comunismo. Y como ahora fue en alas delta con motor, en cualquier momento será con otro equipo o artefacto, pero será, porque la vida en Cuba no es vida. La gente, sobre todo los jóvenes, sabe que tiene que arriesgar si pretende tener un futuro diferente y darle a sus hijos una vida mejor.
Mientras, el gobierno ofrece ayudas a otros en público, y en privado, embajadas mediante, busca donaciones de cualquier cosa. Aaaah, y culpa al bloqueo, que no podía faltar.