Por Jorge Sotero
La Habana.- La muerte del actor Rubén Breña conmocionó al mundo de la actuación en Cuba, dejó en entredicho al hospital Hermanos Ameijeiras y mandó un mensaje a todos los cubanos, porque si en el referido centro de salud, una de las supuestas joyas de la medicina cubana, murió un famoso, qué se puede esperar para el resto del pueblo.
Yo apostaría a que a la familia y los amigos del actor le dijeron, en primera instancia, que no tenían esos medicamentos. Y no los tenían de verdad, pero cuando el también actor y director Rolando Chiong lo hizo público en las redes sociales, desde el ministerio de Salud Pública se mandaron a correr, buscaron el Omeprazol inyectable y la Vitamina K, e hicieron pública una nota informativa.
Nuestro hospital cuenta con las medicinas necesarias para el tratamiento a Breña, decía la nota, firmada por la dirección del centro de salud, solo unas horas antes de que falleciera, como consecuencia de una úlcera erosiva, por la cual se encontraba en cuidados intensivos desde hacía unos días.
El mundo de la actuación llenó de mensajes el grupo de Facebook Cubaactores, el Ameijeiras quedó muy mal parado, lo mismo que el sistema de salud, aunque este está mal parado desde hace mucho tiempo, porque los hospitales del país desde épocas remotas no son lo que debieran ser ni lo que pretenden los que dirigen el país que creamos.
Ahora mismo se caen a trozos, no tienen camas, medicamentos, instrumental quirúrgico ni de laboratorio, tampoco enfermeras, ni médicos, sobre todo especialistas, entre ellos los anestesistas. Unos trabajan en el exterior como parte de las misiones médicas cubanas, y otros se han machado en busca de otros mundos y mejores condiciones de vida y de trabajo.
¿Y qué mensaje deja la muerte de breña a los cubanos? Esa pregunta se la harán los que han llegado hasta acá, pero les aseguro que es muy sencillo de entender, casi elemental, como le dijera Holmes a su querido Watson.
Si eso pasa con una personalidad de Cuba como el actor, que se ganó un nombre en la radio, la televisión, el cine y el teatro, y por quien las redes clamaron por medicamentos, qué no pasará contigo, hombre o mujer común, humilde, sin relaciones ni contactos, sin dinero, sin amigos médicos, y, sobre todo, lejos del Ameijeiras, donde no atienden a cualquiera.
Si nos enfermamos usted, amigo lector, o yo, podemos ‘escribir a España’, como decimos los cubanos. Nuestra muerte sería cuestión de tiempo, y posiblemente en esas horas finales no aparezca ni una ambulancia para llevarnos a un hospital, y tal vez ni hasta un carro fúnebre para ir al cementerio.
Es duro, pero es real, muy real, y es fácil de palparlo, de comprobarlo. Si lo duda, vaya a un hospital, finja que tiene un dolor fuerte y diga que usted cree que se va a morir. Hágalo y verá que le dirán que no hay ni un paracetamol, que no le harán pruebas de rayos X porque el equipo está roto o no hay cualquier cosa. Y ni hablar de resonancias ni TACs. Eso no le toca a usted, ni me toca a mí.
Si usted tiene mucho dinero, o lo tiene su familia, tal vez pueda pagar a un médico que lo atienda o ir hasta donde venden medicamentos los particulares y comprarlos, pero lo más seguro es que pase a mejor vida, porque ni usted ni yo somos prioridad en este país, ni le interesamos a nadie. Y mucho menos ahora, cuando los dirigentes solo se preocupan por la campaña y la farsa electoral del próximo domingo.
Me duele la muerte de Rubén Breña. Era de mis actores preferidos. Pero me duele también la del niño de Guantánamo cuyos padres son consiguieron los medicamentos para atenderle su asma y falleció de un paro respiratorio. También la del hombre macheteado en La Monumental, en las cercanías de La Habana, sin que apareciera una ambulancia para socorrerlo.
Me duelen los del Psiquiátrico de Holguín, sin que aún hayan explicado las causas de la muerte, ni las consecuencias de ellas. También las de los niños que murieron en Hijas de Galicia, por un supuesto bajo peso que de pronto afectó a todos los que nacieron en aquel lugar, solo en aquel lugar, y que salió a la luz porque no les quedó más remedio a las autoridades que referirse al tema.
Mis queridos lectores, lo de la salud en Cuba es el reflejo fiel de la situación del país. No habrá un sistema de salud eficiente mientras el gobierno no sea eficiente, y no se puede ser eficiente con un presidente que hace el tonto allá a donde va, que no aporta nada, que no propone nada para salir de la situación actual, y se limita, como en sus tiempos de secretario del Partido en Villa Clara y Holguín, a pedir al pueblo más sacrificio y más paciencia.
Tampoco con un primer ministro que dispara a sus oyentes lo que se le ocurre en ese momento, tal como hacía cuando era director de Gaviota o ministro de Turismo. Y mucho menos mientras la prioridad del país siga siendo la familia Castro y tener contento al nonagenario Raúl Castro, el fósil viviente cuya muerte podría provocar la caída definitiva del castrocomunismo en Cuba.